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Información General | 9 feb 2016

Indocumentada y empleada desde que era menor

El femicidio de Mariana Colman, Hugo Biolcati, y cómo tapar un caso de explotación laboral

Mariana Colman fue hallada muerta en una cantera, degollada. El crimen fue cometido por Horacio Isaías Oliva, que era encargado del tambo donde trabajaba la chica, de 18 años. El femicida confesó que Mariana rechazaba sus propuestas sexuales y por eso la mató. Terrible. Los medios (pequeños y grandes) lo convirtieron en noticia. Pero eludieron mencionar un detalle: Mariana estaba "indocumentada" (lo consignó un parte policial) y fue reclutada para trabajar desde que era menor de edad. No habría noticia, más allá del femicidio, si el dueño de la estancia, y empleador de la chica no fuera Hugo Biolcati. De eso nadie pareció darse cuenta. ¿Casualidad?


“Detienen a un encargado del campo por la muerte de Mariana Colman” (perfil.com), “Encontraron sin vida a una joven de 18 años en Carlos Casares: ‘La mataron con crueldad’” (minutouno.com), “Apareció muerta la adolescente que era buscada desde el sábado en Carlos Casares” (lanacion.com). Estos son algunos de los títulos que daban cuenta del femicidio que conmovió a los vecinos de Carlos Casares primero, y recorrieron los medios de todo al país en las horas posteriores.

Sin dudas, cada muerte por violencia de género suele ocupar “el ancho de la trama” que la rodea. Hay razones de sobra, no es necesario detallarlas: son situaciones que tienen un contexto, que las precede, de opresión, uso de la fuerza, y rasgos patriarcales en un país en el que las estadísticas sobre casos como el de Mariana Colman -“Keke” – arrojan números que nos deshonran como sociedad civilizada.

Cuando Mariana desapareció, en Carlos Casares se encendieron inmediatamente las alarmas. Es una comunidad relativamente chica (si se la compara con una metrópoli mediana), pero pujante, en crecimiento ininterrumpido y donde el atraso o la ruralidad pura dieron paso a un tipo de sociedad de base agraria que tiene todos los adelantos tecnológicos y la pujanza del sector, en especial el sojero.

Allí el apellido Biolcati es una referencia inevitable. La familia tiene en Hugo Luis, ex presidente de la Sociedad Rural argentina, a su miembro más conocido. Cara de la rebelión patronal del año 2008 y “jetón” como pocos dirigentes ruralistas, Don Hugo construyó en torno suyo un símbolo de la Mesa de Enlace, del “CAMPO” (un sustantivo que se utilizó para significar diversas cosas al mismo tiempo aunque diferentes y contradictorias entre sí: productores ricos, peones pobres, regiones de produtividad dispar, pequeños agricultores familiares, pooles de siembra , fabricantes de maquinaria, una heterogénea variedad de segmentos sociales, organizaciones, y hasta el millonario y controvertido peón rural “Momo” Venegas. Sólo una mano torpe del kirchnerismo logró unir ese inmenso arco en el conflicto por la 125, pero no todo es uniforme más allá del ejido urbano de las grandes ciudades.

Por eso en Casares a los Biolcati los respetan, pero no son una familia millonaria de las que, como en siglos pasados, motorizaban el desarrollo local, y de esa manera granjeaban el afecto y hasta cierto prestigio entre quienes habitan la zona.

La producción lechera, es decir, la explotación de tambos, siempre fue el eje central de la producción que empujó en dirección ascendente a la familia, desde que el abuelo materno genovés de Don Hugo llegó a estas pampas para producir y vender manteca, quesos y derivados de la leche.

El tambo es, entonces, la unidad productiva histórica de la familia. Importantes reclutadores de mano de obra, los Biolcati son dueños de la estancia El Broquel , que está registrada a nombre de Héctor, donde la joven vivía junto a su familia. La piba, de 18 años, trabajaba en el tambo Nº 15.

La explotación de los peones rurales es moneda constante en el campo, cualquiera sea la región de la que se hable. Las estadísticas varían, y están como toda medición (en este país) reñidas entre sí, de acuerdo a quién sea el que las construya. Pero allí, en Carlos Casares, en la Salta profunda, o en la estepa patagónica, el nivel de informalidad y precariedad que sufren los trabajadores rurales es espeluznante.

Acá cerca de La Plata, hace poco dimos cuenta de un operativo que puso en blanco sobre negro una modalidad frecuente: “El Ministerio de Trabajo de la Nación y el Sindicato Argentino de Trabajadores Hortícolas y Agrarios (SATHA) realizó un nuevo mega operativo simultáneo en 12 unidades productivas del cordón frutihortícola de La Plata. Se constató un alto porcentaje de trabajo en negro, diversas modalidades de evasión y lugares con pésimas condiciones laborales”.

“Los operativos – consignamos aquel 2 de julio de 2015- se situaron en las quintas ubicadas a la vera de la Ruta 2, a la altura del kilómetro 60, y también alrededor de Ruta 6. En la primera de las inspecciones el propietario se negó a dejar entrar a los inspectores, ganando tiempo para que se alejen los trabajadores informales. De todos modos, se le realizó una infracción por obstrucción por lo que le cabrá una multa inapelable de 200 mil pesos”.

La tardecita en la que apareció el cuerpo de Mariana Colman, una colega de una localidad próxima a Carlos Casares se comunicó con Blanco sobre Negro para comentar la noticia. Por supuesto que agradecimos el gesto, y prometimos, en la medida de nuestras posibilidades, seguir de cerca el caso, como el de cualquier femicidio, más habiendo ocurrido en la propiedad de una personalidad tan notoria como Hugo Biolcati.

Enseguida imaginábamos a Don Hugo, con rostro adusto y mirada triste, apareciendo en algún medio audiovisual, o en una foto publicada por algún diario de noticias, por lo menos de Casares. Después de todo, habían asesinado fríamente a una empleada del tambo que explota.

Y publicamos inmediatamente la noticia, mencionando que la estancia El Broquel pertenece a la familia Biolcati.

“¿Estás segura de que el campo es de Hugo Biolcati”? preguntábamos con el paso de las horas a nuestra colega, que seguía de cerca la trama del femicidio. “¡Por supuesto, lo sabe todo el pueblo, hablá con cualquiera, es imposible que alguien desconozca quiénes son los dueños!” nos explicaba la periodista destacada por un medio de mayor porte y más penetración que este portal.

“Es que pasaron 24 horas y ningún medio de comunicación nacional menciona , al menos, la palabra Biolcati, algo no cierra”, insistíamos.

“Lo que no cierra es que se lo mencione, no quiere que lo nombren, además, hay una veloz operación para invisibilizar que la chica (Mariana Colman) estaba trabajando en negro en el tambo donde había sido reclutada, y lo hacía desde que era menor”, repetía nuestra fuente.

Pues bien, mientras repasábamos una y otra vez los grandes medios nacionales, y entretanto el apellido Biolcati seguía escondido tras el hecho policial, fuimos unos pasos atrás y encontramos la averiguación de paradero que había difundido la Policía de la provincia de Buenos Aires en los momentos posteriores a la desaparición de la joven de 18 años.

Allí se destaca: “Argentina, instruida, de 18 años de edad, con domicilio en el establecimiento ‘El Broquel’, tambo Nro 15 , ruta 5 km 300, INDOCUMENTADA”, etcétera, etcétera, etcétera.

Todo Casares rumorea, y rumoreó cuando todavía el impacto del femicidio ocupaba los canales informativos, que Mariana Colman, como dice el texto difundido por la Policía, trabajaba para los Biolcati desde “hace tiempo”, aunque nadie puede o quiere precisar cuánto tiempo. Como sea, todos coinciden en que era asalariada desde antes de cumplir los 18 años de edad, o sea, cuando aún era menor.

La Bonaerense menciona que era ”indocumentada” , y nuestra colega, rendida ante la requisitoria persistente que le hicimos durante los días subsiguientes al crimen, terminó rendida y entregándonos, por todo análisis, que “hasta los grandes medios nacionales que pregonaron una dura línea editorial contra las organizaciones de la Mesa de Enlace, y fustigaron la figura de (Hugo) Biolcati, (sobre todo cuando fue a ‘apretar’ a la Legislatura bonaerense para que no revalúen el inmobiliario rural con una gestualidad trasgresora y patoteril), prefirieron no indagar sobre las condiciones en que era explotada laboralmente la piba asesinada”.

Raro, en un momento político de la Argentina en el que la prensa quedó partida en dos, ya – casi – sin matices, lamentablemente. Por un lado, los beneficiarios de la pauta oficial “amarilla” (de la CABA, la Provincia o de la Nación), y por el otro, los que a fuerza de denuncias tratan de concitar la atención, al estilo Página 12 en los años 90.

Pues bien: los unos y los otros pasaron de largo y Biolcati los miró de lejos. O supieron de las condiciones irregulares en que estaba contratada Mariana y lo omitieron. ¿Las causas? Dejamos para nuestros lectores cualquier especulación.

Y acompañamos en la galería de imágenes algo de material en relación al tema.

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