jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº -1968

Información General | 11 ago 2020

La vidente con ventana a Tribunales

El peligro de ofrecer "conocimientos ancestrales" a mil pesitos: manochantas en tiempos de pandemia

Nos impresionó la cantidad de soluciones mágicas que ofrece la señora Beatriz, que se presenta como "vidente". Hace unos meses la llamamos, y recién ayer nos respondió. Entonces nos preguntamos: ¿quién controla a los vendedores de ilusiones? En este audio se puede escuchar que la "mentalista" acepta brindar respuestas sobre problemas de pareja a una voz masculina. ¿Quién mensura el impacto de la palabra pseudocientífica en gente desesperada?


“La usurpación de título está prevista en el artículo 247 del Código Penal, es un delito poco utilizado por nuestra justicia y muy practicado en la calle. Es icónico el caso de Giselle Rímolo”, mencionó ante una consulta de Info BLANCO SOBRE NEGRO el abogado Sergio Albarracín.

“Es, básicamente, el ejercicio de actos propios de una profesión para la que se requiere una habilitación especial”, detalló el letrado.

Y aclaró en el diálogo con este portal que el problema es mayor que el mero formalismo de “tener título habilitante y estar autorizado en el ejercicio por el colegio propio de la disciplina”.

Lo explicó brevemente: “El daño que puede tener la usurpación de título o el ejercicio de una profesión, desampara a quienes corren tras una creencia ilusoria para sanar en este caso su salud mental”.

Pero en el caso del “mentalismo” “tarotismo” y otras prácticas de esa naturaleza, no puede penalizarse ninguna “usurpación de título”, ya que no existe título alguno. Todo lo contrario, el único papel habilitante es el dinero que imprime la Casa de la Moneda y que la gente entrega a los vendedores de sueños, promesas y buena suerte.

Aprovechando ese vacío legal, decenas de estos mentalistas redoblaron sus ingresos durante el aislamiento social preventivo y obligatorio.

La mala situación económica potencia la angustia de muchos individuos, y sumado a ello el aislamiento de miles de personas que respetan la llamada “cuarentena” hacen que se vea reflejada en paredes de La Plata una infinidad de ofertas para salidas mágicas a cualquier problema.

Otra práctica que no tiene ningún respaldo científico y que se promociona profusamente es la de los “consuelors”, gente que cobra sumas de dinero a cambio de asistir telefónicamente a gente angustiada por la razón que sea. Pero las redes sociales, en este caso, son la plataforma de difusión.

Ante una consulta de info BLANCO SOBRE NEGRO* realizada en los primeros días del aislamiento social y obligatorio, una “consuelor” reconoció que poner el oído para escuchar gente ansiosa y/o deprimida puede redituar hasta mil pesos la hora. Y que con clientes-pacientes las charlas pueden extenderse largamente.

“Depende el caso”, respondió una mujer que consultamos. Otro dato: no pudimos contactar gente que se dedique a esta tarea no reconocida de sexo masculino. Quizá la escucha de una mujer sea un bálsamo más efectivo que la de un varón.

Mucho más lejos aún de la psicología se halla la parapsicología. Hace siglos que se lucra con esta práctica, pero pese a la falta de regulación en torno a ese “servicio” de asistencia personal, hay algunos requisitos elementales que no son respetados. Cualquiera tiene el derecho de aprovechar el inmenso marco de libertad que ofrecen nuestras leyes al respecto. Es un país generoso.

Además, el vacío legal que aprovechan algunas personas para vender felicidad no debería implicar clandestinidad.

Como puede escucharse en el audio que compartimos en esta nota, en el que una “vidente” cuenta de qué manera atiende, es una muestra clara de ello: sin habilitación, sin protocolo sanitario, sin tributar impuestos y sin ningún tipo de monitoreo de algún organismo público. Todo frente a los Tribunales Federales de La Plata. Y mediante citas muy bien preparadas.

Por último, vale reflexionar sobre otro momento de la charla que aparece en el audio. La mujer asegura que le va a brindar al supuesto hombre “despechado” los datos de quien comparte lecho y comida con su ex mujer. ¿Quién pagaría los daños que podría ocasionar un mal diagnóstico en este tipo de prácticas? Y en plena pandemia y pensando en la post pandemia: ¿qué marco sanitario y legal debería regir para el llamado “mentalismo”?


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