miércoles 25 de junio de 2025 - Edición Nº 29.188

Universidad | 11 dic 2023

Un equipo de investigadores descubrió presencia de parásitos intestinales en el cordón hortícola de La Plata

Se relacionan principalmente "con las condiciones de precariedad estructural en las cuales viven las familias agricultoras", según el estudio.


Un trabajo realizado en el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE) de La Plata en los vegetales de hoja que provee el cinturón hortícola de La Plata mostró la presencia de parásitos intestinales que se relacionan principalmente "con las condiciones de precariedad estructural en las cuales viven las familias agricultoras", según el estudio donde también colaboraron investigadores del Laboratorio de Inmunoparasitología de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata.

“En más de la mitad de las muestras de hortalizas de hoja se detectaron indicadores de contaminación fecal”, detalló Andrea Falcone, miembro del equipo, y afirmó que el problema es multifactorial y multidimensional.

"El área hortícola de La Plata es una región altamente competitiva para la producción de vegetales de hoja. Allí trabajan familias agricultoras, de agricultura campesina en origen, quienes contribuyen a más del 80 por ciento de la producción de verduras y hortalizas de hoja a nivel nacional, agregó Falcone.

"La distribución espacial actual de los cultivos se estableció entre las décadas del 80 y 90 y está enmarcada en el formato de tecnología de invernadero. Los productores alquilan la tierra y deben mudarse periódicamente. Esa es una de las razones por las cuales no tienen posibilidad de mejorar la infraestructura y los servicios. Así, a pesar de estar habitando un área periurbana, usan agua subterránea, de pozo, ya que no tienen servicio de agua corriente. Tampoco hay cloacas y en su mayoría no reciben recolección municipal de residuos”, indicó la especialista.

La investigación de campo que llevó adelante el equipo en las unidades productivas familiares tuvo como objetivo detectar las especies parasitarias presentes y evaluar los factores que aumentan el riesgo de contaminación en las familias, animales de compañía y ambiente productivo.

No obstante, en el primer acercamiento al problema, la escasez de información sobre las familias agricultoras -que databa del censo agrícola del año 2005- llevó al grupo a extender el objeto de estudio mucho más allá del relevamiento de parasitosis. 

Cabe destacar que las enfermedades transmitidas por los alimentos representan uno de los problemas de salud pública más importantes. El aumento de la globalización del comercio de productos frescos y los diversos contextos de producción complejizan la situación.

“Cuando se piensa en mejorar la calidad de la producción de alimentos se habla mucho de los agrotóxicos, y se reclama una transición a la agroecología, lo cual está muy bien y es urgente, pero poco se habla de estos otros problemas, que dependen de un reordenamiento territorial, y que pueden hacer la diferencia en la salud socioambiental”, sostuvo Falcone.

 

 

“Muchas familias son la quinta generación trabajando la tierra: desde peones hasta productores, han logrado un ascenso socioeconómico que no se acompaña con el acceso a servicios o derechos. El pedido de acceso a la tierra para las familias productoras no es solo necesario para mejorar su calidad de vida, sino para mejorar la calidad de los productos que consumimos con el fin de dar sustento a la soberanía alimentaria regional”, agregó la investigadora.

"En un contexto complejo de familias migrantes, los censos no eran completos. Arrancamos en 2016 con talleres formativos abiertos a la comunidad donde además indagábamos sus ideas sobre la problemática mediante entrevistas", detalló Falcone sobre el trabajo.

Una vez estrechados los vínculos con la comunidad, se recolectaron y analizaron los vegetales de hoja, el agua de consumo y el suelo de cultivo. Fueron recogidas 261 muestras de vegetales de hoja y 87 muestras de suelo de cultivo, que fueron procesadas en el laboratorio utilizando técnicas de lavado, sedimentación y flotación para su posterior observación con microscopio óptico.

Como resultado, encontraron que más de la mitad de las muestras de vegetales de hoja y casi un tercio de las muestras de suelo de cultivo contenían especies parasitarias, siendo las más prevalentes Blastocystis sp. y Cryptosporidium spp.

 

 

“Las prevalencias parasitarias eran elevadas, más que en el casco urbano, pero eso era lo esperable para una comunidad rural periurbana compleja. El escenario epidemiológico derivado de los análisis de las muestras de materia fecal humana y de perros, agua, suelo y hortalizas resultó relacionado con los accesos limitados a servicios públicos, a la salud y a la educación, así como también con la materialidad de la vivienda, el hacinamiento crítico y la cercanía a los cultivos y las viviendas en el cual las familias desarrollan su vida. Asimismo, Blastocystis sp. fue hallado en todas las muestras analizadas y es un buen indicador de estudios socioambientales”, resumió Falcone.

Blastocystis sp es un parásito unicelular que puede infectar el sistema digestivo humano y causar síntomas gastrointestinales en algunas personas. No todas las personas infectadas muestran síntomas, pero puede causar diarrea, dolor abdominal, náuseas y malestar gastrointestinal.

La infección por esta especie generalmente se adquiere al ingerir alimentos o agua contaminados con quistes del parásito, y también puede transmitirse de persona a persona a través del contacto fecal-oral. Por eso, la prevención implica mantener prácticas de higiene suficientes, como lavarse las manos frecuentemente y en especial antes de comer, y por supuesto, consumir siempre alimentos y agua seguros.

A la hora de evaluar los factores que aumentan el riesgo de contaminación parasitaria en las unidades productivas, las variables analizadas por la investigadora fueron de distinto tipo.

Por un lado, se recopiló información sobre las variables relacionadas con el sitio de producción, con los caminos, el material de construcción de las viviendas, la inundación de invernaderos, la distancia del cultivo a la casa y la zanja de drenaje del cultivo. También se relevaron los hábitos de las familias, como la incineración o el entierro no sanitario de residuos, el uso de los tanques sépticos, la circulación de mascotas sobre el abono de guano.

El tratamiento posterior a la cosecha también fue incluido: el tipo de almacenamiento de la producción hasta su distribución comercial, y el uso de agua no clorada en el remojo o “refresco” de los vegetales de hoja para incrementar su duración. Por último, se tuvo en cuenta el acceso a la salud de la población y el grado de información previa de los productores sobre los parásitos intestinales.

Con toda esta información, se lograron identificar factores de riesgo para la presencia de parásitos: el acceso limitado a la salud, el anegamiento y las calles de tierra, la circulación de perros en los cultivos y el riego por surcos.

Otro de los factores de riesgo es la falta de conocimiento sobre las fuentes de infección parasitaria, mostrando así la importancia de la educación en salud ambiental como un eslabón fundamental en las campañas para la prevención de los parásitos intestinales en humanos y animales. Finalmente, el estudio mostró que las lechugas son el cultivo con más riesgo de parasitosis, debido a su gran capacidad de albergar agua entre las hojas.

Por último, vale destacar que el trabajo Prácticas agrícolas y parásitos intestinales: un estudio de factores de riesgo socioambientales asociados a la producción de hortalizas de hoja en la zona hortícola de La Plata, Argentina fue publicado en la revista científica Parasite Epidemiology and Control. 

Fuente: UNLP

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