

“Cada uno es dueño de su propio destino”. Sólo esas 8 palabras secas, abstractas y descontextualizadas. Se trata de uno de tantos, infinitos comentarios en la nota de Clarín del miércoles pasado, titulada “Los cinco misterios del caso Melina”.
La falsa creencia de que cada uno es dueño de su propio destino, (frase a lo Cohelo, para variar, de autoayuda o determinación personal) esconde uno de los más oscuros callejones que pasan inadvertidos al sentido común.
La forista hizo el comentario, como explicó luego en las respuestas, partiendo de la base por la cual nadie puede desconocer (ni serle indiferente a) la cruda y violenta realidad a la que se enfrentan las mujeres en la Argentina de hoy.
Nadie puede negar que por el sólo hecho de ser mujer y salir en pollera una noche calurosa, cualquiera puede ser blanco de manoseos, miradas y palabras desagradables.
Nadie puede negar que desde casa al trabajo, hay X cuadras de eso llamado “realidad” que se nos puede venir encima en cualquier instante. Un acercamiento, un “piropo”, una exhibición indeseada, un rapto, una golpiza, una violación, un asesinato. Sí. Todo eso puede pasar. Por qué negarlo.
Sin embargo la frase (sin lugar a dudas construida a partir del imaginario del “self-made man”), acusa. Enfrenta a Melina con una chica “bien”, la pone en frente de Ángeles Rawson y sus remerones inocentes, su cara de niña, su pasión por el cosplay y su barrio, Colegiales.
Enfrente está ella, Melina, de Tres de Febrero; actitud “provocadora”, 4 piercings, pastillas, alcohol y besos en la puerta de un boliche de San Martín. Enfrente está una piba “sin rumbo” fanática de la noche, acusada de tener sexo con uno, quizá con dos, con varios, con un tipo de 44 años.
Es el antagonismo mentiroso. Es la carnicería a la que someten a algunas, pero a otras no. Es la lástima, la pena, que toca y se revuelve en el inconsciente colectivo siempre y cuando la víctima no sea como Melina.
En una calle paralela, la de las ideologías y las prácticas cotidianas, también se enfrentan dos “antagonismos” que sin embargo comparten las mismas posibilidades de un destino cruel y sorpresivo.
Están quienes usan bufanda en verano y se encierran detrás de las rejas con la esperanza de que la realidad rebote contra alguna pared supersónica. Luego están los que, aún sabiendo que existe esa posibilidad y sin subestimarla, se animan a ir todos los días al trabajo, se animan a descubrir su sexualidad, y se animan a usar pollera corta porque, al fin y al cabo, hace calor. ¿No estarán en su derecho?
Fue primero el turno de muchas otras, protegidas quizá por su familia o “por sí mismas”, por el Estado y la escuela y el discurso de autopunitivismo sexual. Como se puede ver en las tristes estadísticas, no lograron escaparle a “su destino”.
Esta vez le tocó a Melina, pero ella no es como las demás.
Melina encontró ese destino porque “se lo buscó”. Los dedos la señalaron y mientras, su cuerpo no aparecía y su victimario tampoco. Pero pocos lo apuntaban a él.