jueves 1 de mayo de 2025 - Edición Nº 29.188

Por: Facundo Falduto

2007: ¡Enhorabuena! Has llegado a la presidencia de Argentina. Lideras una coalición que abarca a los gobernadores peronistas de (casi) todas las provincias, además de todo el sindicalismo y los movimientos sociales; el progresismo te apoya en silencio y parte del radicalismo también. A los empresarios les va bien y también te votaron en el campo por el crecimiento de los últimos años. La oposición está desperdigada y sólo hay cierto rechazo a tu espacio entre las clases medias urbanas que critican las incipientes denuncias de corrupción. La economía crece a tasas chinas, aunque hubo desajustes en los últimos años que llevaron la inflación a dos dígitos.

👉Si eliges corregir los problemas macro para mantener el apoyo popular, ve a la página (Lula) 2003. Si optas por confrontar para consolidar el núcleo duro y acelerar el desgaste económico, ve a la página 2011.

2011: ¡Increíble! Has ganado la reelección con un histórico 54% de los votos. Los errores de los últimos 4 años te distanciaron del agro, de algunos sectores empresarios y de parte del peronismo, pero la oposición sigue atomizada. La economía volvió a crecer, aunque los problemas son cada vez más evidentes, pero te votaron con confianza en la promesa de la “sintonía fina” y en tu capacidad para arreglarlo.

👉Si eliges un ajuste virtuoso para volver a la senda del crecimiento y el desarrollo, ve a la página (Perón) 1952. Si prefieres seguir chocando contra la ley de gravedad, ve a la página 2015.

2015: ¡Demonios! Tu candidato (bah, el candidato de tu partido, porque vos no lo apoyaste) perdió el balotaje por menos de dos puntos. Tal vez expulsar de tu espacio a los sindicatos y al peronismo del interior –mientras abrías frentes contra empresarios, medios y el poder judicial— no haya sido una estrategia brillante. ¡Pero la política argentina siempre da terceras oportunidades!

👉Si quieres reconstruir la coalición en base a corregir los errores del pasado, ve a la página (Frente Amplio Uruguayo) 2024. Si prefieres resistir con aguante para liderar un espacio dividido, ve a la página 2019.

2019: ¡Katrina de chanes! La mala suerte de tus rivales y tu jugada maestra electoral lograron devolverte a lo más alto del poder. Seguro haya problemas en el futuro, como siempre, pero con casi todo el peronismo reunificado y la experiencia del pasado a cuestas, nada puede salir mal. Sí, la vicepresidencia no es el lugar con mayor poder, pero elegiste al candidato a presidente, tenés el Congreso a favor, y seguro se pusieron de acuerdo en un programa de gobierno antes de las elecciones, ¿no?

👉Si prefieres gobernar con responsabilidad e intentar bla bla bla and so on and so on. Si optas por fingir demencia y boicotear tu propio gobierno, ve a la página 2023.

2023: ¡Deablos! Tu gobierno (aunque digas que es de otro) se ha revelado como una auténtica cagada que no resolvió ningún problema, destruyó (más) la economía y desacreditó la política. Sólo un cúmulo de las peores decisiones posibles con mucha mala suerte pueden haber generado semejante desastre y provocar el triunfo electoral de la mega archi ultra derecha. ¡Pero al menos no estás muerta o en cana!

Vivimos en un presente creado, digamos con un 83% de responsabilidad directa, por Cristina Fernández de Kirchner, es lo que intento decir con esta introducción boluda y larga al pedo. Los de afuera también juegan, por supuesto, pero la mayoría de las decisiones clave que nos trajeron hasta acá tienen un denominador común

“¡Es muy fácil criticar desde un sillón!”, protestará algún cristinista que lea esto, si todavía queda alguno que no esté atado a las cadenas cognitivo-conductuales de la jefa y por ende pueda leer y escribir. Sí, obvio, es muy fácil, por eso lo hago, esto es un newsletter de un gordo terciario incompleto escrito desde un dos ambientes en la Comuna 3. Si vos te estás peleando con esto en lugar de pelearte con Santi Caputo eso da la pauta del nivel al que estamos los dos. “¿Y vos qué hiciste?”, insistirá el soldado japonés que todavía está en 2015. Me equivoqué muchísimo, por eso un poco empatizo con Cristina. Yo también llevo 12 años sin tomar una buena decisión en la vida.

Basta de narcisismo, volvamos al pasado reciente, porque parece que pocos entienden lo que pasó. En 2019 Cristina volvía con la promesa implícita, contenida en la figura de Alberto Fernández, de haber aprendido de los errores del pasado. A esa fórmula se sumaba Sergio Massa, como garantía de que no se iría al chavismo y a su vez pastor de la clase media baja que el kirchnerismo había expulsado desde 2011 y a la que el macrismo traicionó. El problema es que los tres nunca se pusieron de acuerdo en un programa de gobierno, lo cual, además de una traición a sus votantes, fue un error. Massa quería normalizar la economía (y hacer sus negocios), Cristina quería cuidar la bola de cristal inerte y nostálgica en la que guarda sus logros del pasado (y evitar ir en cana), y Alberto quería tocar la guitarra y coger con todo lo que se le pusiera enfrente (y meter mano en algún seguro suelto). Nada podía salir bien.

El primer año del Frente de Todos fue el de la popularidad de Alberto por la pandemia. En realidad duró solo un semestre, pero todos fingieron demencia porque no se les caía una idea. A fines de 2020, Cristina abandonó el bajo perfil y empezó con el autoboicot por correspondencia: la famosa carta de los funcionarios que no funcionan. Los meses de 2021 pasaron entre la inviabilidad y el bloqueo a un ajuste que tal vez hubiera ayudado en algo (cómo olvidar cuando mandaron al sub sub sub subsecretario de Energía a boicotear al ministro de Economía sólo porque no era de La Cámpora). Los “líderes” de la coalición no se hablaban entre ellos. Armaron unas listas que no dejaron contento a nadie, perdieron las PASO y las legislativas, al día siguiente todos los funcionarios cristinistas renunciaron (pero al final recularon y se quedaron). Desperdiciaron unos meses más, llegó 2022, la inflación se aceleró, nadie quiso tomar una decisión, el cristinismo boicoteó el acuerdo con el FMI, Guzmán renunció. Cristina y Alberto volvieron a hablarse sólo para elegir a Silvina Batakis como ministra de Economía, porque no ofendía a nadie pero tampoco ayudaba. La inflación se aceleró de nuevo y ante la corrida asumió Sergio Massa, al que tampoco dejaron ajustar porque eso es de derecha, pero al menos lo dejaron administrar la miseria. Por supuesto la autocrítica ante todo esto es menos que cero, ese fue “el gobierno de Alberto” y de nadie más.

A principios de 2023 Cristina hizo un análisis acertado del escenario político del momento y concluyó, al igual que Macri, que iba a ganar Milei. Los dos principales líderes políticos de los últimas 20 años tuvieron el mismo diagnóstico y no pudieron hacer nada para cambiarlo, prueba de que su tiempo estaba terminado. Cristina optó por correrse, porque ella no iba a poner la carita para perder, y delegó buena parte de la política en Wado de Pedro, el ministro del Interior al que le desdoblaron las elecciones 15 de 17 gobernadores peronistas.

Con ese éxito a cuestas, Wado iba a ser uno de los precandidatos a presidente del PJ, pero como nadie quería perder por tanto, los gobernadores maniobraron para nominar a Massa. Cristina aceptó. El ministro de Economía al que no le permitían arreglar la Economía era el mejor candidato del oficialismo, imaginate el resto. Massa hizo lo que pudo y estuvo a tres puntos y medio de ganar en primera vuelta. Capaz si los gobernadores no desdoblaban esos tres puntos se conseguían, pero ya pasó. Los argentinos de a pie tal vez no merecemos todo lo que nos pasa, pero esa dirigencia merecía perder. Lástima que estaban todos salvados de antemano.

A comienzos de 2024, Cristina Kirchner optó por el bajo perfil. Apenas se filtraba cada tanto algún TikTok que la mostraba recibiendo en el Instituto Patria a los caídos del mileísmo: la actriz Rita Cortese, un hincha de Boca (“Me encanta, salvo la camisetita que bueno…”) o una familia que la pasó bien en el kirchnerismo y mal después (no comment). Cristina tal vez esperaba que algún otro dirigente del peronismo (que ella había colaborado a inviabilizar) se erigiera como líder opositor. Pero toda la oposición estaba derrotada desde antes de empezar el mandato de Javier Milei, en una crisis total de representación y sin ningún poder de imaginación. La poca resistencia al programa libertario venía de la sociedad “civil” (los estudiantes, los jubilados, etc) antes que de la política.

Para mediados de año, Cristina vio ese vacío (generado) y entendió que alguien tenía que evitar (o al menos demorar) la fuga total del peronismo hacia el oficialismo. En julio empezó a confrontar con Luis Caputo. En agosto, pidió “pericia psiquiátrica” para “los que dicen que Villarruel es peronista”. En septiembre, pasó a rivalizar abiertamente con Javier Milei, justo cuando el libertario pasaba el peor momento en las encuestas. Volvieron las cartas abiertas de 15 páginas, falsamente autocríticas, llenas de buenas intenciones y de propuestas que podrían haber aplicado a tiempo, pero no; cartas que pocos leían. Por esa época empezó a circular la idea de que Cristina sería candidata en 2025, lo que colaboró en fortalecer a Milei. Ese fantasma, sumado al éxito del blanqueo y al refuerzo a la baja inflacionaria, contribuyeron a revivir al presidente en las encuestas.

 

La interna más boluda del mundo

En octubre, ante la falta de conducción y la debilidad de su propio liderazgo, Cristina ordenó un operativo clamor para consagrarla como candidata a presidente del Partido Justicialista. Hasta ese momento, nadie se preocupaba por el PJ, mucho menos en el kirchnerismo, que ninguneó al partido desde la muerte de Néstor. Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja y exitoso creador de cuasimonedas, se había postulado para presidirlo, a grandes rasgos, porque nadie se había ofrecido y alguien tenía que correr el cadáver de Alberto Fernández. El clamor por Cristina fue más bien tibio, casi inexistente por fuera de La Cámpora y de cualquiera que no dependiera de forma directa del cristinismo.

Al mismo tiempo, se profundizó el asedio sobre Axel Kicillof, dirigente al que Cristina apoyó y promovió durante 12 años desde un cargo secundario en el Ministerio de Economía hasta la gobernación de la Provincia de Buenos Aires. Y en los últimos tres años, pasaron a intentar minarlo porque… bueno, nadie sabe. Máximo Kirchner le intervino el gabinete bonaerense en 2021, tras la derrota electoral en las legislativas, con la rutilante y cero corrupta figura de Martín Insaurralde. Más aún, en 2023 el hijo presidencial quería que Kicillof fuera candidato a presidente, con Insaurralde compitiendo por la gobernación. El espíritu era “prefiero tener razón antes que ganar”, idea que comparten el adolescente con kipá de cuero y su madre. Por suerte, Sergio Massa y Sofía Clerici evitaron ese desastre.

¿Por qué esa avanzada del cristinismo contra Kicillof? ¿Por qué minar al único kirchnerista que ganó algo en 2023? Axel es inviable (por otros motivos que no vienen al caso) y es casi imposible que llegue competitivo a 2027, pero ¿por qué acelerar ese proceso? ¿Hay otro mejor? Máximo Kirchner es todavía peor que Axel, pero, sobre todo, tiene cero diferencias programáticas con él. La interna sólo se explica por el deseo de dominarlo y controlar el armado de listas de 2025, lo cual a su vez garantiza la futura derrota.

La interna del Partido Justicialista duró semanas entre acusaciones de traición al pedo. En el medio, Máximo Kirchner aplaudió en un acto a un concejal de Lomas de Zamora que dijo que San Martín, Rosas y Perón no estaban al nivel de Cristina porque “se tomaron el palo”. La expresidenta empezó a usar Chat GPT como argumento de cosas y sus acólitos adoptaron Grok para crear imágenes con Perón (manto de piedad). Al final, hacer una elección partidaria era muy caro (iban a tener que manguearle al Gobierno nacional), nadie quería competir con Cristina para perder, y, más importante todavía, no tenían una puta idea para discutir. Los avales de Quintela venían flojos de papeles como Falcon de gitano, así que bajaron su candidatura y Cristina quedó consagrada como presidenta del PJ. Debutó con un acto que empezó con Fanático de Lali y, por vergüenza al menos, después pusieron el himno. En su discurso, la flamante líder partidaria demostró no entender por qué ganó Milei, ni tener idea de qué hacer frente a él. También se peleó con una tapa vieja de Clarín, tal vez para rememorar los buenos tiempos, y aprovechó para tirarle algo de tierra a Kicillof. Condenados al éxito.

“¡Pero a Cristina quisieron matarla!” Sí, y a nadie le importó, ¿por qué habrá sido? ¿Habría pasado lo mismo si le hubieran gatillado en la cara dos veces en 2011, o 2015, o incluso 2019? Seguro que no, se habría armado el quilombo que prometía La Cámpora en sus cantitos. Pero no se armó nada, es más, se siguió desarmando. Sí, ya sé, es una injusticia, un intento de magnicidio probablemente ayudado por la oposición, y la Justicia no investiga, estamos de acuerdo. Pero hoy es un problema que sólo le interesa a Cristina y a un séquito de hiperpolitizados. ¿Por qué? Porque la política de los últimos (¿10? ¿15?) años no le mejoró la vida a nadie.

El arte de la política es hacerle creer a millones de personas que tus problemas son también sus problemas; creer que tus problemas son los únicos que importan es mala praxis. Milei lo sabe, por eso le toca las jubilaciones de privilegio a Cristina. Es ilegal y lo va a revertir la justicia tarde o temprano, ya sé, no es el punto. Toda la dirigencia afín salta a defender la jubilación de CFK, pero ninguno pudo evitar el mangazo de este año al resto de los jubilados, que cobran 200 veces menos. Principio de revelación.

Milei al menos finge que le preocupan los problemas de la gente. Ya les arregló dos, grandes, la inflación y los piquetes. Por eso hoy ganaría en primera vuelta. Seguro, está generando otros problemas, pero hace algo. En el peronismo no existe ese instinto hace rato. Ninguno se preocupó por los médicos cuando dejaron de aplaudirlos (es más, los cagaron), nadie pidió un feriado por los que se fundieron en cuarentena, ni se interesaron por la inseguridad o la inflación. Ahora en la calle hay grafitis que dicen “CFK te cuida, por eso la persiguen”. ¿Vos decís?

Esa disonancia cognitiva quedó en evidencia el 13 de noviembre, cuando condenaron a Cristina Kirchner en segunda instancia en la Causa Vialidad. Un fallo anunciado meses antes, en una causa también floja de papeles, sí, “¡eso es lawfare”, ya sé. Capaz no había que ponerse de culo a todo el Poder Judicial en 2013, ni pelearse con todo el espionaje (que es el lado B de la Justicia) al año siguiente, mucho menos promover un juicio político a la Corte Suprema en 2023, a sabiendas de que era inviable, sólo para joder. ¿Ahora con quién negociás? Pero bueno, sigo. Ese día, en Comodoro Py se armó una “clase abierta” con pupitres vacíos (¿quién chota los asesora?) para explicar que la condena era injusta porque [no sé, nadie escuchó]. Grabois dio otro de sus memorables discursos de barricada, hablaron algunos más y al final apareció una “actriz” que personificaba a la Justicia en un happening esquizofrénico y anacrónico. Mientras tanto, Cristina encabezaba un acto con mujeres en Moreno. “Como no se bancan que una mujer tenga razón y no me pueden dar una piña, hacen las cosas que hicieron hoy en Comodoro Py”, dijo. Lo importante, otra vez, es tener razón.

 

El último baile de Cristina

¿Qué le depara el futuro a Cristina Kirchner? Ironías del destino, el Poder Judicial le da una última chance para acordar. Hay dos vacantes en la Corte Suprema y el Gobierno tiene dos candidatos para esos cargos. La expresidenta controla casi la mitad del Senado y hacen falta dos tercios de los votos para aprobar un pliego. La Corte Suprema, a su vez, es la que tiene que decidir qué hace con la Causa Vialidad y con el resto de las eventuales condenas que se apelen hasta la última instancia. Mientras tanto, los tres jueces que quedan todavía en el máximo tribunal sólo pueden votar por unanimidad. Cristina, además, probablemente vaya a ser candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires en 2025. Y Juan Carlos Maqueda, el juez de la Corte que se jubiló este mes, ya avisó que no van a decidir nada hasta después de las elecciones. ¿Nos vamos entendiendo?

Se puso de moda decir que Milei pactó con Cristina. Lo agitan periodistas y dirigentes hasta ayer cercanos al PRO, y hoy hambrientos, con un leve tono de denuncia, como si fuese el peor de los tongos del gobierno libertario. Algo hay, por supuesto. Mariano Recalde blanqueó hace meses que negociaban para ampliar la Corte Suprema a siete miembros, y una senadora afín a CFK puso la última firma que necesitaba Ariel Lijo para que su pliego llegue al recinto. Wado de Pedro, dicen, negociaba con Santiago Caputo, aunque hay que ver cómo sigue eso con el caso Kueider. La destitución del senador le provocó una pataleta de las suyas al asesor estrella en Twitter, pero seguro se puede volver a dialogar después de las vacaciones, si es que no meten a los jueces por decreto. Veremos.

El acuerdo entre Milei y Cristina no se va a firmar en una oscura oficina llena de humo a la que no dejan entrar celulares, como en las fantasías de Santi Caputo. El pacto es previo, implícito, ya se hizo el año pasado cuando Cristina lo subió al ring, dijo que la elección era de tres tercios y lo hizo competitivo para robarle votos al PRO (otros peronistas, como Massa, además lo financiaron y le armaron las listas, pero esa es otra historia). A diferencia de Macri, no hay ningún problema personal entre ellos y a Milei no le interesa que vaya en cana. Prefiere que siga competitiva para las elecciones de 2025 (solo en el conurbano) pero inocua.

“Ojo que si a Cristina le dan bien las encuestas se pudre todo y a Milei le arman una corrida”, pensará algún falopero del círculo rojo. No va a pasar: el Gobierno ya contrató a casi todas las encuestadoras y no se puede armar una corrida con cepo. Algo aprendieron de los errores de Macri.

Por supuesto, parte del juego es que Cristina Kirchner siga apareciendo ante el electorado de Milei, y ante los mercados, como enemiga del déficit cero (y del capitalismo en general). En Peor es laburar queremos darle el beneficio de la duda, esperar que sea todo acting, que en realidad ya aprendió. No parece, pero capaz. El problema es que si quisiera dar un giro hacia el desarrollo, hacia un peronismo del siglo XXI, o hacia alguna idea distinta a lo que ya fracasó, no tiene con quién hacerlo. Los dirigentes y cuadros que impulsa hasta hoy (Máximo Kirchner, Mayra Mendoza, La Cámpora en general) sólo saben repetir frases hechas y sacarse fotos tomando mate. Ninguno puede acercarle una idea distinta. Cristina plantó obsecuentes y cosechó inútiles.

Si no hay sorpresas, Cristina puede ganar o al menos empatar la elección en la provincia de Buenos Aires y quedar posicionada, una vez más, como líder del peronismo, o al menos la que tiene más votos. Ahí seguro insista con la idea que viene repitiendo de “abrir la coalición”, que en castellano significa acordar con los radicales no-libertarios. Así, la reelección de Milei en 2027 está garantizada, salvo que ocurra una catástrofe antes. Tal vez el peronismo pueda renovarse después de eso. “Pero Cristina puede volver a ganar, como Trump, como Lula”. No, eso ya pasó. ¿No se acuerdan? Era en 2019, y lo arruinaron. Ahora ya está.

El desastre social que puede generar Milei hasta entonces es difícil de medir y el saqueo está garantizado. Puede perpetuarse por décadas, si Cristina incluso se mostró a favor de una reforma constitucional, en el podcast que recuerda la de 1994. Si la Constitución actual es una tragedia para la Argentina, imagínense lo que podría parir Milei con ayuda del peronismo. Vuelven la mita, el yanaconazgo y el derecho de pernada.

La negociación por la Corte Suprema garantiza que Cristina Kirchner nunca va a ir presa (tal vez sea justo, no sé, no juzgo), salvo que lo arruine de alguna forma. Las causas en su contra van a dormir en el máximo tribunal por unos años, hasta que devengan abstractas, o se anule todo por que transcurrió el “plazo razonable”, como le pasó hace poco a Cavallo. Ganará y perderá alguna elección más, aferrada al legado de lo que hizo bien antes y reprochando lo que no hicieron bien los demás. La culpa es de los otros que no le dieron la razón.

Cristina ya arregló, la suya está. Afuera todavía hay un país.

 

(Publicada en el sitio web Peor es laburar)

 

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