viernes 9 de mayo de 2025 - Edición Nº 29.188

Cultura | 8 may 2025

Todos somos Juan Salvo

Una especialista señaló que El Eternauta se apalanca en la "crisis de las ideas" y la "necesidad de reavivar los colectivos”

"No se adapta cualquier serie de historieta ni en cualquier contexto sociopolítico. Se elige El Eternauta en un tramo pospandémico, de fuerte disolución de lazos sociales. Y, además, de crisis de las ideas y de necesidad de reavivar los colectivos”, destacó.


Por: Nicolás Camargo Lescano

Combo letal, caído, literalmente, del cielo. Nieve, muerte e invasión. Lo cotidiano se vuelve amenaza. El Otro es un potencial enemigo y, al mismo tiempo, el único camino para vencer la adversidad. Como reza el metamensaje, “nadie se salva solo”. La serie El Eternauta (Bruno Stagnaro, 2025), que adapta la legendaria historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, se convirtió en un fenómeno masivo que trasciende las fronteras argentinas.

“Hay dos aspectos claves de esta serie. Uno es indagar en un género, el de la ciencia-ficción, registro en el que hasta el momento el cine argentino se había mostrado un tanto ‘miedoso’ o cauto. Como si no estuviéramos 'a la altura' de indagar en ese territorio por falta de recursos simbólicos o económicos. Y pese a ser un segmento narrativo fértil de la literatura nacional y producción local", propone Laura Vazquez Hutnik, doctora en Ciencias Sociales por la UBA e investigadora del CONICET.

El otro aspecto continúa, es la elección de esta propuesta de modo estratégico. "No se adapta cualquier serie de historieta ni en cualquier contexto sociopolítico. Se elige El Eternauta en un tramo pospandémico, de fuerte disolución de lazos sociales. Y, además, de crisis de las ideas y de necesidad de reavivar los colectivos”, agrega la especialista.

Guionista y crítica de historietas, con un sólido recorrido teórico en torno al noveno arte, Vazquez Hutnik valora el nivel de producción y de realización en esta adaptación de El Eternauta (“no sólo hubo una inversión cuantiosa, dato no menor para pasar del proyecto a su concreción, sino, especialmente, maestría artística y saber práctico en contar esta historia pensada para el papel y transpuesta al lenguaje audiovisual”). En esta entrevista con la Agencia CTyS-UNLaM, analiza los principales ejes de la serie.

 

¿Dónde consideras que radica el mayor impacto de esta adaptación?

El impacto de El Eternauta es tal que acerca tanto a los convencidos como a los neófitos. Lo más interesante es que quienes nunca leyeron la historieta están hablando de esto. No sólo importa por la trama o por los latiguillos que repiten los memes y discursos de la red, por ejemplo, “lo viejo importa”, “nadie se salva solo” y esas frases ya cuasi icónicas que irán horadando la cultura. Creo que lo más importante pasa por otro lado. El argumento de la serie produce capas nostálgicas y recuerdos aún de lo vivido. Le pregunté a mis alumnos si habían leído la novela gráfica y respondieron que no. Pero podían reconocer perfectamente las marcas de época en las canciones, en la vestimenta, en los imaginarios técnicos. Es como si un veinteañero, al ver Stranger Things, “recordara” las películas ET o Back to the Future, aún sin referencia alguna más que la que le provee la cultura medial y el loop de la industria del entretenimiento. Creo que esta serie juega astutamente con eso. Hay decenas de meta referencias que dejan pistas en cada episodio.

 

¿En qué otros aspectos observás esta cuestión de la nostalgia?

A lo largo de la serie es lo que se ve y se “huele” y también es lo que estoy recabando en redes sociales y en comentarios sobre esta historia. Gran parte gira alrededor de una sensibilidad por lo reconocible. El gamulán que usa Juan Salvo para emular el clima de los jóvenes en los años ’60 y ’70 o los objetos decorativos en la casa atestada y vintage de Favalli son como figuritas que aparecen. Hay un sinfín de lugares comunes de la cultura argentina que van desde la partida de truco con amigos y sus slogans picantes hasta las imágenes de cafés, pizzerías y “bondis” al paso. La fiebre se desencadena en la competencia por el grado de argentinidad y en la astucia, no importa la clase ni la generación, por reconocer y encontrar esas referencias. Por eso importaría estudiar qué pasa con la proyección en otros países en donde el Gauchito Gil no es una pista secreta.

 

¿Consideras que ese aspecto explícito conecta un poco con cierta forma de encarar la resistencia, de enfrentar la invasión? Como si hubiera una “forma argentina” de resistir

Totalmente. Hay algo de ahí del “saber hacer”, la idea de saber práctico, del “atar con alambre”, que respondería a lo argentino. Y lo digo en potencial porque es un imaginario identitario y, por lo tanto, irreal, un constructo social. Hay una idea hermosa pero sobredimensionada del argentino que se la rebusca. En la serie está representado en la figura de Favalli, pero también en los distintos personajes que recorren la ficción. Creo que, en términos generales, hay más Lucas por estos lares que técnicos o hobbistas.

Por otro lado, también aparece una resistencia solidaria que se articula y solapa con las luchas sociales que venimos transitando desde la postdictadura a esta parte. Hablo de la resistencia sindical, obrera, estudiantil, feminista, la de los jubilados. Este aspecto convive con la figura del argentino promedio, individualista y clasista pero que pone el cuerpo “y el corazón” ante la situación límite. Ese es el eje del relato y, de ahí, la fibra que nos toca.  Ello está articulado a la idea de hinchada, aguante y aquello que dice Pablo Alabarces sobre lo argentino como cantera significante. Me parece interesante leer esta nueva versión de El Eternauta bajo ese prisma teórico.

 

Más allá de los cambios por ser una adaptación, ¿opinas que hay una resignificación en torno al concepto de “héroe colectivo”, respecto a lo que fue la historieta de 1957?

Sí, en ese sentido, los realizadores recogen el guante muy bien. Quienes hemos leído El Eternauta, no en el ‘57, sino en lecturas posteriores, tal vez tuvimos una mirada bastante equívoca respecto a Juan Salvo. Porque nunca te terminaba de caer muy bien, por lo menos a mí me pasó eso, un amor con desconfianza o poco apego. Por un lado, por esta salida individual, este protagonismo exacerbado, muy apegado a la lógica del héroe aventurero que estuvo en boga en los ‘40 y ’50, pero que no nos convoca generacionalmente. Hablamos de una figura vinculada al “salvador”, con rasgos conservadores y formas patriarcales machistas.

Todo esto ha sido borrado en esta nueva propuesta de la serie. En eso hay inteligencia por parte del equipo creativo, para pensar que hay un protagonista, pero que solo no va a ningún lado, necesita del círculo de contención afectiva, del trabajo mental y físico en equipo. Es un héroe que hace redes.

 

La Nación / “El Eternauta” logra el primer lugar de series de habla no  inglesa

 

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