

Había una vez un colombiano que no encajaba del todo en el mundo laboral. Cambiaba de empleo con frecuencia, no por falta de ganas, sino porque sentía que estaba hecho para otra cosa. Cada intento por avanzar en su carrera parecía terminar en una puerta cerrada. Hasta que una conversación casual cambió su rumbo.
Una amiga mexicana, emprendedora y dueña de una agencia de traducciones, lo sacudió con una frase simple pero potente: “Si no te das la oportunidad de construir algo tuyo, vas a estar siempre trabajando por el sueño de otro”. Ese fue el punto de inflexión. Desde ese día, decidió dejar de buscar empleo y comenzar a construir.
Su entrada al mundo del e-commerce no fue convencional. En lugar de empezar desde cero, se interesó por adquirir un negocio ya creado. Así descubrió Gift Tree, una tienda digital especializada en artículos para bebés, que había caído en el abandono tras malos manejos del dueño anterior. El sitio web apenas funcionaba, los productos más atractivos habían sido retirados, y la reputación era casi inexistente. Pero él vio lo que otros no: potencial.
El comienzo fue duro. Durante semanas invirtió largas jornadas tratando de recuperar terreno, sin ver resultados. Las ventas no llegaban, y los únicos pedidos eran de conocidos que querían darle una mano. Pero en lugar de rendirse, se obsesionó con aprender: estudió marketing digital, dominó el dropshipping, entendió SEO y publicidad online. Cada error fue un paso más hacia adelante.
En paralelo, Temu comenzaba a ganar protagonismo. Primero en Asia, luego en Estados Unidos, y finalmente en Oceanía, donde él intentaba levantar cabeza con Gift Tree. Lo que más lo indignó fue ver cómo Temu no solo copiaba productos, sino también nombres, descripciones, e incluso sus propias campañas de marketing. Era David contra Goliat, pero esta vez David no pensaba tirar la toalla.
Lo entendió rápido: Temu no vendía calidad, vendía algoritmos. No construía comunidad, manipulaba precios y datos. Entonces decidió usar esa diferencia como su ventaja. Si Temu apostaba por volumen, él apostaría por confianza.
Reestructuró todo. Rediseñó el sitio, curó su catálogo, y estableció políticas claras de privacidad. Gift Tree se convirtió en una marca con propósito: productos seleccionados, atención personalizada y un compromiso ético con sus clientes. No vendía “cosas”; ofrecía experiencias que transmitían cuidado, especialmente a padres y madres que buscaban lo mejor para sus hijos.
El crecimiento fue lento pero sostenido. Primero consolidó la tienda de Gift Tree Nueva Zelanda, luego llegó Gift Tree en Australia, y más tarde Gift Tree Estados Unidos y GiftTree en Canadá, donde se transformó en sinónimo de calidad en el segmento infantil. Mientras Temu saturaba los marketplaces con productos masivos, Gift Tree construía relaciones de largo plazo.
Hoy, ese colombiano que no encontraba trabajo es el rostro detrás de una empresa que compite con gigantes sin perder su esencia. Gift Tree es una prueba de que hay otra forma de hacer e-commerce, donde la calidad no se sacrifica por volumen, y donde el respeto al cliente no es una estrategia, sino una convicción.
Su historia de un hombre que en vez de quejarse del sistema, eligió construir uno nuevo. Uno donde sí se puede ganar, incluso cuando el oponente parece invencible.