miércoles 28 de mayo de 2025 - Edición Nº 29.188

Información General | 26 may 2025

El turismo de bienestar gana lugar entre quienes buscan descansar más allá del confort tradicional

Los viajes de bienestar crecen como opción real para desconectar, reconectar y habitar el tiempo desde otro ritmo.


Hay un tipo de pasajero que no aparece en las campañas más evidentes. No se guía por los íconos turísticos ni corre detrás del itinerario completo. No busca “conocerlo todo”, sino detenerse. Hace tiempo que no prioriza el qué, sino el cómo. A veces llega a una agencia con frases vagas —“necesito desconectarme”, “quiero descansar de verdad”, “me siento saturado”— que no encajan en las categorías clásicas del turismo. Pero su necesidad es concreta. Y cada vez más frecuente.

En este contexto, los viajes de bienestar no son un nicho excéntrico. Son una forma de responder a una demanda real: la de personas que necesitan un corte con el ruido. No solo con el ruido externo, sino con el que se instala adentro.

 

No se trata de lujo tradicional

Durante décadas, la industria pensó el descanso como sinónimo de confort. Hoteles cinco estrellas, desayunos interminables, masajes y spa. Hoy, eso ya no alcanza. Muchos viajeros —de diferentes edades, ingresos y procedencias— ya no miden el valor del descanso en metros cuadrados o amenidades, sino en la capacidad de volver a sí mismos. En poder leer sin interrupciones. Dormir profundo. Caminar sin mirar el celular. Sentarse a respirar. Sentir que no están disponibles para nadie más que para ellos.

Ese tipo de experiencias no siempre requiere grandes inversiones, pero sí requieren diseño. Requieren entender que el silencio, la pausa y el tiempo sin obligación son, hoy, el verdadero lujo.

 

Retiros que no son fuga, sino encuentro

Los retiros de yoga, mindfulness, respiración consciente o alimentación saludable se multiplicaron en la última década. Pero no todos responden a la lógica de bienestar profundo. Muchos reproducen la lógica del turismo exprés: tres días con cronograma cargado, promesas de transformación inmediata, estética estandarizada.

El bienestar no puede programarse en bloques de dos horas. Quien busca ese tipo de viaje quiere algo más sutil: un entorno cuidado, tiempos reales de descanso, espacios para no hacer nada. La clave está en permitir el ritmo propio, no en imponer el ritmo ajeno.

 

Digital detox que no se siente como castigo

Otra de las expresiones crecientes del turismo de bienestar es la desconexión digital. No como prohibición, sino como invitación. Hay cada vez más destinos, alojamientos y experiencias que proponen espacios sin wifi, sin pantallas, sin notificaciones.

Lejos de generar rechazo, este tipo de propuestas son bien recibidas por quienes —aunque no siempre lo admiten— sienten agotamiento crónico por la hiperconectividad. La idea no es castigar el uso del celular, sino permitir otro vínculo con el tiempo. Y, en muchos casos, eso se agradece más que cualquier upgrade.

 

Cómo cambia el rol de la agencia

Diseñar un viaje de bienestar no es solo seleccionar un hotel con spa o una cabaña en la montaña. Es entender el estado emocional con el que llega la persona que consulta. Escuchar qué le pasa. Qué quiere evitar. Qué necesita preservar.

Eso implica hacer otras preguntas: ¿qué te agota en tu vida cotidiana? ¿Qué te haría bien? ¿Qué tipo de entorno te ayuda a aflojar? ¿Qué te gustaría no hacer durante unos días? No se trata de transformarse en terapeuta, sino de poder leer entre líneas.

Las agencias que entienden esta lógica tienen una oportunidad concreta: ofrecer propuestas curadas, humanas, ajustadas a lo que ese pasajero particular necesita. Y eso fideliza mucho más que cualquier paquete genérico.

 

Qué buscan quienes viajan por bienestar

No hay un perfil único. Algunos son adultos jóvenes que trabajan bajo presión y necesitan cortar con rutinas tóxicas. Otros, mujeres que atraviesan momentos de transformación personal y encuentran en el viaje un espacio de introspección. También hay parejas que quieren compartir otra calidad de tiempo. Madres recientes que piden un respiro. Personas mayores que buscan descanso emocional.

 

https://www.freepik.es/foto-gratis/vista-posterior-viajero-sombrero-mochila_8918815.htm

 

Lo que une a estos perfiles no es la edad ni la situación económica, sino una misma sensación: la de estar agotados de cumplir, responder, adaptarse. Y la necesidad de un espacio sin ruido.

 

No todo sirve para todos

Uno de los errores más comunes es pensar que cualquier entorno natural es en sí mismo regenerativo. Pero no todos descansan en el campo. No todos se sienten cómodos durmiendo en una carpa. No todos quieren un silencio total. Lo que relaja a uno puede incomodar a otro.

Por eso, las propuestas de bienestar deben tener opciones diversas. Desde una posada cálida en la sierra hasta un hotel boutique con rituales ancestrales o un retiro de meditación en un templo urbano. El punto no es imponer el formato, sino ofrecer caminos posibles. Y acompañar sin juzgar.

 

El bienestar no es evasión

Es importante también no romantizar este tipo de viajes como si fueran mágicos o “curaran todo”. El bienestar no es escapar del mundo. Es una manera de habitarlo con más conciencia. Y muchas personas llegan a estas experiencias con emociones intensas: duelos, separaciones, replanteos vitales.

Por eso, el respeto por ese momento es esencial. No se trata de prometer lo que no se puede dar, sino de ofrecer un espacio real donde algo pueda acomodarse. A veces, eso es simplemente dormir bien. Comer sin apuro. Volver con otra cara.

 

Algunas agencias que lo comprenden

En este tipo de turismo, lo que hace la diferencia no siempre es la actividad sino la sensibilidad con la que se arma la propuesta. Elementa SRL, por ejemplo, ha comenzado a explorar circuitos en Argentina que apuntan al bienestar sin caer en lo estandarizado. Retiros en entornos cuidados, experiencias diseñadas con profesionales del área, alojamientos pequeños que priorizan el silencio y la escucha.

No se trata de sumar más actividades. Se trata, a veces, de restar lo que sobra.

 

Lo que se lleva quien vuelve

Cuando un viaje de bienestar es genuino, no deja solo una foto. Deja una sensación corporal distinta. Una conversación interna. Una herramienta para seguir. No todos los viajes tienen que ser épicos. A veces, basta con uno que permita habitarse un poco mejor.

Y en un mundo que vive agotado, ofrecer ese tipo de viaje es mucho más que una tendencia: es un gesto de cuidado.

 

 

 

 

 

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