

Por: Gastón Landi
En la inmensa fila de postulantes a futuros funcionarios políticos, hay algo que viene dejando rastros. La victoria de la falta de escrúpulos, un fenómeno relativamente nuevo, la incomprensión de lo tradicional y la aparición de aires renovados. En esa pelea, muy vapuleada, llevada a lo más tenso de la polarización impulsada por parte del oficialismo, empiezan de a poco a tejer su estructura los políticos que no se ven salpicados por la codicia y la corrupción.
Hace poco tiempo decíamos que un nuevo indicio federal estaba naciendo desde la aparición del frente de gobernadores impulsado por el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora. Si bien este hecho representa un nuevo espectro político más adherido a la visión moderada, todavía queda el trago amargo para algunos sectores que no olvidan el apoyo inicial al gobierno de Javier Milei.
No obstante, el camino de estos se vio afectado en lo interno, que parece no querer dejar pasar por alto esto, transformándose en una recriminación permanente que dio lugar a la fragilidad. Este es el caso de la dirigente cordobesa Natalia de La Sota, hija del recordado e histórico exgobernador José Manuel de la Sota, que, sin mediar tanto en las formas, propuso su camino fuera del espacio peronista que compartió durante mucho tiempo: Defendamos Córdoba.
Se trata de un nuevo espacio que aglutina a varios partidos como el Frente Grande y el legendario Partido Laborista, y que se ofrecen como una alternativa cordobesa que pueda discutirle de frente los problemas al gobierno de Milei. Con esa idea, impulsan un programa político que respete la justicia social, la transparencia, la división de poderes y la protección de los jubilados ante el embate nacional.
Además, en la alianza liderada por Natalia de la Sota, la cordobesa sale al ruedo poniendo en alerta a todos los que observan la política en diversos ángulos. Lo interesante de esto es que, entre tanta decadencia, empiezan a circular nuevos aires. La polarización, al fin, también puede generar la política que necesitamos.
Hasta hace poco, Córdoba era el epicentro de las incoherencias, personajes con falta de identidad como Rodrigo de Loredo, que no recibió nada a cambio a pesar de defender al gobierno nacional. O el cómico político indeciso de Luis Juez, que esperaba ser abrazado por La Libertad Avanza gracias a su acérrima lealtad mediática. Hoy podemos ver que, a pesar de esto, nacen políticos que no tienen esa lógica y que además vienen con el plus de no estar manchados por hechos de alta relevancia social como lo es la corrupción que tanto azota a nuestro país.
Por eso, en esta nueva era donde no existe prontuario político, de las vedettes y las caras de siempre, las provincias vienen arrojando un mensaje que nos deja en claro cuál es el camino que necesitamos. Tal vez no sea la ancha avenida del medio, mucho menos los extremos, pero sí un fenómeno que confluye todas estas cualidades para transformarlas en una nueva política de los hechos antes que las palabras. Y en ese panorama, hay que reconocer el coraje de Natalia de la Sota. No solo por ser una mujer que se anima a dejar los espacios que le restaban voz, sino por traer una esperanza real de buena política, con argumentos que defienden al pueblo. Con su accionar, De la Sota le envía un mensaje claro al peronismo tradicional: que debe reflexionar y entender que el camino, hoy, debe ser distinto.