

Por: Lucas Defeis
Pasaron las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires y el núcleo duro de La Libertad Avanza (LLA) busca en las redes sociales una explicación a la dura derrota contra el peronismo.
La primera reacción en caliente fue “les gusta cagar en un balde, no hay con que darle”. Enseguida llegaron las acusaciones, primero externas con “el campo votó al peronismo”, y “los votantes del PRO votaron a Kicillof”; luego internas, “el armado fue pésimo”, las listas estaban llenas de kukas”, y la “fiscalización fue un desastre”. Finalmente algunos tímidamente empezaron a mencionar las peleas internas y las denuncias de corrupción de los últimos días como posibles causas del éxodo de votantes. Eso sí, prácticamente nadie se animó a esbozar critica alguna al plan económico. Analicemos las teorías expuestas una por una.
No solo es una falta de respeto hacia los más vulnerables, es una estupidez atómica digna de una persona que cree que la gente disfruta vivir en la precariedad y no quiere progresar. La realidad es que en 2023 mucha de esa gente que carece de cloacas votó a LLA con la esperanza de poder acceder a esos servicios. Si no renovó su confianza es porque al día de hoy sigue sin acceder a esos servicios básicos para cualquier persona. No debe tomarse en serio a nadie que abone a esta teoría.
El hecho de tener pintados de azul los partidos cuya principal actividad es la agropecuaria, hizo estallar de bronca a muchos acusándolos de pegarse un tiro en el pie por votar al partido que históricamente los castiga con retenciones y los demoniza como “oligarcas vende patria”. La respuesta no se hizo esperar. El sector contestó diciendo que en esos partidos son muchos más los empleados públicos que los productores agropecuarios, a lo que se respondió remarcando la cantidad de gente que trabaja directa o indirectamente para esos productores en los mencionados partidos. Todos tienen un punto valido realmente, pero lo más importante es nuevamente que esos mismos partidos votaron mayoritariamente a LLA en 2023, sea cual sea la composición del electorado.
En cuanto a los votantes del PRO, no votaron al peronismo, directamente no fueron a votar. Y teniendo en cuenta el destrato que se hizo hacia el partido que fue prácticamente el único en apoyar incondicionalmente al gobierno durante 2024, LLA hizo negocio con esos votantes ausentes. Los que estuvieron meses tratando a todos de “viejos meados” y hoy se asombran de la falta de apoyo de los mayores con incontinencia son realmente un caso de estudio para la ciencia.
Si, el armado dejó mucho que desear. Ya solo el hecho de tener una alianza electoral de solo dos partidos (o uno y medio) cuando en las últimas elecciones las alianzas mayoritarias tenían cerca de 16 partidos cada una, es como mínimo muy extraño. No sumar al radicalismo, GEN, CC y cualquier otro partido de ideología progresista o socialista tiene sentido si queres reafirmar tu identidad siendo un partido nuevo. No sumar a partidos de centro podría entenderse por la misma razón, pero el costo ya es un poco más alto. Ahora, no sumar pequeños partidos liberales no tiene ningún tipo de sentido. Se perdieron unos 2 puntos por esa decisión a nivel provincial, y hasta 5 pts en algunos lugares puntuales como La Plata. Difícil de entender esa estrategia, pero no explica los 13 puntos de diferencia.
¿Las listas estaban llenas de kukas? No creo. Ex peronistas si, muchos, pero kukas pocos. Para ellos hubo tabula rasa, lo cual comparto. Lo que no comparto es que se unan a LLA trayendo sus formas de “trabajar”, pero eso es material para otro artículo. De todas formas, no creo que eso haya movido mucho la aguja electoral. Las listas de 2023 no eran mucho mejores que estas (las pruebas son demasiado evidentes como para ahondar demasiado en el tema) y la gente las votó igual desconociendo en su mayoría a quien estaba votando.
¿La fiscalización fue mala? Eso parece. Llueven denuncias de falta de fiscales y personas que se ofrecieron y fueron desestimadas. Sin embargo la contundencia de la derrota no se puede explicar por la falta de fiscales, y si tomamos de caso testigo al partido de La Plata, LLA perdió en todas las localidades salvo Gorina, Gonnet y Villa Castels. Perdió claramente en el casco urbano donde abundaban los fiscales por números que reflejan el resultado final, tanto en la ciudad como en la provincia. Por ende lo más lógico es pensar que la mala fiscalización no puede llegar a representar ni un 1% de los votos perdidos.
Los audios con denuncias de corrupción marcaron el ritmo de la semana anterior a las elecciones con contundencia. ¿Cambió algo? El 30% núcleo duro peronista nunca va a votar a Milei, pero se envalentonó a niveles previos a la foto de Olivos de la querida Fabiola. El 30% Ave Miller no puso jamás en duda su voto al gobierno, ni lo hará nunca. Siempre podemos contar con el 5% de la izquierda y el 5% de partidos chicos. Queda un 30% que decide su voto en la semana previa a las elecciones, si no el mismo día de los comicios. De ese grupo tan impredecible, una pequeña parte decidió votar al gobierno como mal menor, una parte mucho más grande decidió votar al peronismo, en algunas localidades porque el candidato los convencía, en otras solo para castigar al gobierno. Y una gran parte de ese 30% decidió directamente no ir a votar, porque no lo veía necesario o porque nadie lo convencía, pero sin lugar a dudas esas personas eran en su enorme mayoría votantes de LLA en el ballotage 2023.
¿Fueron entonces los audios el factor decisivo? No, en mi opinión fue el segundo en importancia, pero no el más importante.
Los números dicen que la economía crece, la pobreza baja y la inflación se reduce mes a mes mientras el dólar se mantiene comparativamente estable más allá de fluctuaciones esporádicas, producto del superávit primario y las cuentas ordenadas, con la pequeña ayuda del FMI. ¿Se siente eso en la calle? Poco, solo la desaceleración de la inflación y solo en los bienes, no en los servicios. Pero aunque los precios se mantengan estables hoy en día, aun corren por delante de los sueldos producto del salto brusco que tuvieron a principios de 2024.
¿Baja la pobreza? Si, estadísticamente. Nadie considera que salió de la pobreza porque antes se iba a dormir sin cenar y hoy puede cenar un mate cocido con una rodaja de pan. Sacar realmente de la pobreza a millones de personas lleva mucho tiempo y esfuerzo más allá de las estadísticas. Cuando CFK decía que tenía los sueldos más altos de Latinoamérica técnicamente tenía razón, con cepo, dólar pisado y dilapidando reservas, pero estadísticamente era cierto. No podemos mirar las estadísticas con un solo ojo.
El crecimiento de la economía se concentra en pocos sectores como el agro, minería y energía, y en su mayoría dentro de la economía formal, pero Argentina tiene la particularidad de tener más del 30% de su economía en la informalidad y de ser de muy baja productividad. La aspiradora de pesos que el gobierno usó para controlar la inflación fue muy efectiva, pero sacó plata de la calle que hacia mover esa economía informal. Hoy la plata no quema ni se derrite en la mano, no es necesario salir corriendo a gastarla porque pierde su valor a cada minuto. Eso hace que caigan los gastos más superfluos: salir a comer, ir al cine, a comprar ropa. El sector gastronómico fue el primero en acusar el golpe y el que más fuerte lo recibió. El textil fue el siguiente, que sumado a la apertura de importaciones tuvo que ingeniárselas para sobrevivir con el menor gasto posible en empleados y alquiler de local, haciendo florecer la modalidad de showroom en días seleccionados. También tuvieron su golpe las changas. Cualquier tipo de arreglo en la casa tuvo que posponerse, los cortes de pasto, mantenimiento de pileta, service del auto, todo lo que no era urgente tuvo que esperar a que la economía familiar se acomodara.
El súper peso también provoco un reajuste del turismo. Ya no se es competitivo por medio de devaluaciones, por lo tanto hay que trabajar en modelos que presenten mejor sus productos. En el mientras tanto cerraron famosos restaurantes de puerto madero y las bodegas de Mendoza vieron mermar su clientela, siendo los más golpeados las cientos de personas que viven de prestar servicios informales a esos clientes, desde transporte hasta el trapito del estacionamiento.
Y por supuesto todo aquel que tenía algunos dólares guardados para hacer alguna refacción en la casa los pasó del colchón a las patas de la cama a la espera de un tipo de cambio más conveniente.
Siempre supimos que esto era así. Que estabilizar la macro te frena la micro y hay que pasar el sofocón inicial, porque venís de una economía pasada de esteroides (emisión) y de subsidios que distorsionan la demanda genuina. Por eso había un plan, a corto y largo plazo. Las medidas para crecer a largo plazo las sabemos todos: reforma tributaria para reducir impuestos, reforma laboral, eliminación de cepo y restricciones tanto a las exportaciones como importaciones, las famosas reformas estructurales que se mencionan hace una década. Pero para poder hacer esas reformas se necesitan diputados en el congreso, muchos diputados. Y siendo una fuerza nueva con solo dos diputados en 2023, cualquiera fuera el resultado de las presidenciales de ese año los diputados no iban a ser suficientes para conseguir esas reformas. Había que esperar mínimo a 2025. Y para meter muchos diputados en 2025 necesitas que la micro funcione. Porque la clase alta te puede esperar 4 años, la clase media tal vez 2, pero las clases bajas no pueden esperar más de un año a que la economía se empiece a mover de nuevo. Y hoy la micro no funciona. Porque para que funcione necesitas un tipo de cambio real alto o tasas de interés bajas, o ambas. Y hoy tenemos un tipo de cambio real bajo y tasas altas, y así es imposible que las pymes y las familias, que son los que pueden emplear a ese 30% del sector informal puedan invertir y apostar a crecer. Hoy en pleno proceso electoral es imposible corregir eso, pero hubo dos oportunidades anteriormente de hacerlo. Una en diciembre de 2023, donde se le podía echar toda la culpa al plan económico de Massa (con justa razón) pero podía llegar a ser un golpe mortal para millones de personas, y la decisión de aplicar el gradualismo en ese momento se puede entender perfectamente. La otra fue en diciembre de 2024, cuando el dólar tocó valores mínimos de la gestión y no paraba de caer, a la vez que el precio de la soja y el maíz se desplomaban en el mundo. Fue una gran oportunidad de dejar correr el dólar, dar de baja las LEFI y sacar las retenciones al campo para que aumenten su producción sin afectar seriamente el precio de los alimentos ni la recaudación. No sé porque no se hizo en ese momento, tal vez se engolosinaron con el dólar barato y la inflación bajando como le pasó a Macri en 2017. Lo cierto es que si se hacía en ese momento, pasado el sofocón inicial con repunte de inflación, llegabas a agosto con la economía real creciendo, la inflación cayendo en picada, la producción aumentando, billones ahorrados en intereses y crédito disponible para las familias y pymes.
Queda, en mi forma de ver las cosas, una oportunidad más en enero de 2026. No se pueden hacer grandes cambios antes de las elecciones de octubre si se quiere evitar una derrota aun peor. Tampoco antes de las fiestas porque el horno no está para bollos y los tiburones ya olieron sangre. Pasado eso es necesario pegar el volantazo soltando el dólar y desarmando las LECAP de un tirón haciendo que la economía se reactive y vuelva el crédito a tasas razonables. 2026 se parece mucho a 2018. Cada mes que pase sin pegar el volantazo vamos a estar un pasito más cerca de que el mercado haga por las malas lo que no se quiso hacer a tiempo. Confío plenamente en el presidente Milei, porque en 2017 anticipó como nadie los errores que cometía el gobierno de ese momento y que lo llevarían a la crisis de 2018, y confío que pasadas las elecciones, va a hacer los cambios que hacen falta para que la micro arranque y mantenga el país andando hasta que se puedan hacer las reformas estructurales que tanto necesita el país.