Buenos Aires es una ciudad con una excelente tradición gastronómica. Cada barrio tiene su propia identidad culinaria, donde los locales hacen largas filas sin quejarse porque saben que vale la pena la espera. En los siguientes párrafos te invitamos a explorar los principales rincones porteños que esconden grandes sabores pensados para cada paladar.
Palermo Hollywood y Palermo Soho tienen la mayor concentración de restaurantes por metro cuadrado de la ciudad, desde asadores de renombre hasta cocina molecular, e incluso opciones veganas que harán cambiar de opinión al carnívoro más obstinado.
Las calles Armenia, Thames y Gorriti representan el centro gastronómico, donde los bares de tapas españolas conviven con restaurantes peruanos, japoneses y con platos “de autor”. Los fines de semana, las veredas se llenan de mesas, lo que hace casi imposible encontrar un lugar sin reserva previa. Si estás pensando en escaparte para explorar la escena gastronómica porteña, deberías buscar micros a Buenos Aires como primer paso para planificar tu viaje gastronómico.
El Mercado de San Telmo, inaugurado en 1897, sigue siendo un punto de encuentro para quienes buscan productos frescos y puestos de comida que concentran a gran cantidad de locales y turistas cada día. Todos los domingos, cuando el mercado se extiende por las calles, aparecen puestos improvisados que venden de todo, incluidos los tradicionales choripanes y empanadas caseras. Los asadores de la zona mantienen ese estilo tradicional: carne a la parrilla, ensalada mixta, papas fritas y vino de la casa.
Este barrio alberga varios bodegones que llevan en funcionamiento desde principios del siglo XX. Lugares donde el menú del día incluye entrada, plato principal, postre y café a precios que parecen de otra época. La decoración no ha cambiado mucho: azulejos antiguos, mesas de formica y meseros que te tratan de manera informal aunque sea tu primera visita.
Las pizzerías de Villa Crespo tienen sus propios seguidores incondicionales. Masa gruesa, mucho queso, salsa casera y ese ambiente de barrio donde todavía se puede comer en paz sin la invasión turística.
Todo el mundo conoce Caminito, con sus restaurantes turísticos y sus fachadas coloridas. Pero a tres cuadras de la clásica imagen de postal, La Boca muestra otra faceta gastronómica. Los bares de la avenida Almirante Brown y sus calles laterales sirven choripanes y empanadas que los trabajadores portuarios llevan décadas comiendo. Las cantinas italianas del barrio mantienen recetas que llegaron con los inmigrantes de Génova a finales del siglo XIX: la polenta con estofado, los ravioles rellenos a mano y los ñoquis del 29 siguen respetándose religiosamente. Los domingos, antes de los partidos de Boca, estos lugares se llenan de hinchas que se preparan para el partido.
En Recoleta, la selección es aún más refinada, aunque los precios puede que no se encuentren al alcance de muchos bolsillos. Entre la zona del cementerio de Recoleta y la avenida Quintana, las cartas de vinos rozan lo enciclopédico en los restaurantes gourmet franceses, italianos y argentinos. Pero también hay cafés históricos como La Biela, abierto desde 1850, donde escritores y artistas siguen reuniéndose para tomar cortados y hablar de literatura.