

“Olivari botón, Olivari botón sos un hijo de p… , la p… madre que te parió”, gritaba una multitud con mezcla de furia y alegría en el tradicional epicentro de los festejos futboleros (y de los otros también) que tiene La Plata: la esquina de 7 y 50.
Rafael Olivari era un mediocre comentarista deportivo que adornaba la tribuna del programa más trascendente de la historia de los debates deportivos: “Polémica en el Fútbol”. Allí, con el inefable Guillermo Nimo, se cansó de despotricar contra el DT de la selección nacional, Carlos Salvador Bilardo.
Ambos periodistas exigían al DT que “jugara con wines”. Esa era la consigna que repetían, entre tantas, como un dogma religioso. Pero Olivari había superado todos los límites: colocó en el pupitre donde se quejaba partido tras partido por el estilo de juego del equipo nacional un cartelito que decía: “Bilardo, renuncie”.
Por supuesto, el pueblo platense lo recordó al instante cuando Diego levantó la Copa ante 120 mil espectadores, y a los ojos de millones de argentinos que lo miraban merced al escuálido y lacónico relato de Mauro Viale.
También, junto a Quique Wolff, Rafael Olivari conducía y relataba algún partido por Canal 2 de La Plata. Era muy evidente que ambos querían que a la Selección de Bilardo le fuera mal. Por eso, el comentarista (el polemista habría que decir) comenzó durante aquella epopeya un lento declive que finalizaría con su muerte en 1997.
Era tal irritante el lenguaraz predicador del “buen fútbol”, que un grupo se desprendió de los festejos e intentó tomar Canal 2 y fue repelido por la policía.
Más allá de este oscuro comentarista que prefería la desgracia albiceleste para denostar el estilo de juego que practicaban Maradona y los héroes de aquel Mundial, la Ciudad fue como Brasil en carnaval.
Desde que terminó el partido el centro desbordaba de autos, camiones y gente de a pie que festejó como nunca antes. Si en el 78 hubo muchas banderas, en el 86, además de trapos, la calle 7 desde 44 hasta 54 era un desfile incesante de gente con botellas, cajas de tetra bricks, y hasta camiones recolectores de basura que daban una imaginaria vuelta olímpica recorriendo ida y vuelta la avenida colgando a decenas de borrachos locos de alegría.
Y todo aunque a Olivari, aquel botón, le pesara, y aunque Argentina jugara sin wines.