

Mayo de 1984. Puerto de Tenerife-Islas Canarias.
Nueve troncos de madera balsa, traídos desde Ecuador. Seis kilómetros de cuerdas vegetales. Una caseta de ínfimas dimensiones. Víveres, equipos de filmación, mapas e instrumentos de navegación vetustos. Una vela de 6,50 metros de altura con un sol gigante en el medio y la cruz de los vientos. Tres países comprometidos y pronósticos desalentadores. Cinco tripulantes jóvenes y una idea que subyugaba a todos: demostrar que los africanos habían llegado voluntaria o involuntariamente a América tres mil años antes que Cristóbal Colón.
Así se observada la embarcación cuando partió de Tenerife, y daba comienzo a lo que a posteriori se conoció como Expedición Atlantis, una hazaña científica, deportiva y cultural, que revolucionó los ámbitos académicos.
Avezado en las actividades de riesgo, el dolorense Alfredo Barragán pudo demostrarle al mundo entero que sus argumentos no eran baladíes, cuando afirmaba que era capaz de cruzar el Océano Atlántico en una balsa sin motor ni timón, sólo guiado por los vientos y las corrientes marinas.
Acicateado por el libro de Kon- Tiki que había leído en su adolescencia, y que narra la travesía del noruego Thor Heyerdahl en una balsa en el Océano Pacífico, Barragán comenzó a inmiscuirse en el estudio de las corrientes marinas, la dirección de los vientos y la construcción de las naves primitivas.
El conspicuo abogado de Dolores, practicante de buceo y montañismo, se propuso a principios de 1980 desentrañar la influencia africana en la cultura americana, acoplando los conocimientos de navegación con los antropológicos.
Luego de que el escepticismo ganara la voluntad de gran parte de los intelectuales a los que le planteó su teoría, el dolorense no sucumbió en su proyecto científico, cultural y deportivo. Por el contrario, decidió organizar la Expedición Atlantis con un ingeniero agrónomo (Daniel Sánchez Magariño), un comerciante (Horacio Oscar Giaccaglia), un abogado (Juan Manuel Iriberri) y un camarógrafo (Félix Arrieta).
“Hoy, Atlantis es una calle, una escuela o una agrupación de Boys scouts en Argentina, México o España”, precisa a Info BLANCO SOBRE NEGRO Alfredo Barragán, capitán de la balsa que recorrió sin timón ni motor 5500 kilómetros y unió las Islas Canarias con Venezuela.
¿Cómo se encarnó en usted la idea de que los africanos podrían haber llegado voluntaria o involuntariamente a esta zona 3500 años atrás?
Toda mi vida está caracterizada por la curiosidad y el estudio. Siempre he leído sobre pirámides y culturas antiguas. Me llamó la atención que, en la cultura olmeca, que data de 35 siglos atrás, se hayan realizado unas esculturas muy trascendentes, que son las colosales “cabezas olmecas”, de 3 metros de altura y 20 toneladas de peso, que representan a hombres de raza negra.
Este dato se fue juntando con otros interesantes. Estudiando la navegación, encontré que en la costa noroeste de África navegaban balsas sin timón, compuestas por un número impar de troncos, unidos sólo con cuerdas vegetales, con un mástil y una vela.
Luego de leer Kon-Tiki y otras historias similares entendí que algunas embarcaciones eran capaces de cruzar los mares en determinadas condiciones oceanográficas.
¿Y allí surgió la idea de construir Atlantis?
Claro, me pregunté: ¿Qué relación había entre estas balsas y la cultura olmeca? Y encontré una cinta transportadora que va hacia América, que es la corriente de Canarias, la norecuatorial, la del Golfo de México y los vientos alisios. Cuando estuve las tres cosas en la cabeza – balsas, cabezas olmecas y las corrientes marinas- dije: esto es evidente.
Viajé a México y expuse la teoría en ámbitos antropológicos y no me tomaron en serio, porque no estaba formado académicamente en antropología e historia. Sólo era un simple abogado de Dolores. Ante esta negativa, la conclusión fue rápida: Hago la balsa, similar a la africana, y que hable ella.
Hoy, después de la expedición: ¿cómo es su recepción en la actividad académica?
Hubo un cambio absoluto. Tengo evidencias y testimonios científicos que afirman que Atlantis les cambió la posición. Hoy se acepta la migración africana pre colombina.
Atlantis, un hito de la navegación
La balsa que partió de las Islas Canarias el 22 de mayo de 1984, y que llegó a Venezuela 52 días más tarde, se construyó en un astillero de Mar del Plata con troncos que fueron cortados en la selva ecuatoriana, por los propios participes de la expedición. La empresa llevó cinco meses de arduo trabajo, dado que no se utilizó un solo clavo o elemento metálico en la construcción.
En alta mar, el Capitán y su grupo se guiaron solamente por la posición de los astros, y navegaron en todo momento alejados de las rutas comerciales: “Parecíamos náufragos, pero no lo éramos”, comenta Barragán, que hoy estará a las 18 horas en el Colegio de Abogados, presentando el libro de la expedición, en una actividad organizada por la Ong Andar Extremo.
Pérdida de peso, vómitos, hongos en los pies y las lesiones en las manos eran una constante que desafiaba el humor de los tripulantes, situación que se agravó cuando llegaron al paralelo del Ecuador: “Nos quemaba el sol y la sal. En ese momento, nos dimos cuenta de que nos habíamos olvidado las cremas elaboradas por un laboratorio platense. Entonces, untamos nuestros cuerpos con grasa de los chorizos que llevábamos para comer”, confiesa Barragán.
Previsores, los cinco expedicionarios se habían quitado el apéndice para evitar una complicación de salud durante la gesta. Sin embargo, en alta mar debieron improvisar una seudo bota de tacuara para inmovilizar el pie de Arrieta, que había sido lesionado a causa de una fuerte tormenta que golpeó la balsa: “Estaba prohibido que alguno se arrojara de la embarcación para auxiliar a otro que se hubiese caído. Si alguien moría, el resto debía continuar para alcanzar la meta final. Salvo así la muerte tendría sentido”.
(Ndr: La película documental homónima, cuyo guion y dirección estuvo a cargo de Barragán, fue la cinta argentina más vista en el mundo. Se tradujo al idioma alemán, árabe, inglés, portugués, y francés. Fue filmada por los expedicionarios. El libro que se presentará este viernes en La Plata contiene imágenes inéditas de la navegación).
Los Barragán, un linaje de atrevidos
Alfredo Barragán es un polímata: abogado de profesión, fundador de la Asociación Deportiva Argentina de Navegantes (CADEI), es un apasionado por la lectura, el buceo, el montañismo y la navegación.
Padre de Agustina, que sigue la profesión de sus antepasados directos, Alfredo confiesa a Info BLANCO SOBRE NEGRO: “Yo no soy un aventurero. Siempre me defino como un expedicionario porque estudio y planifico mis acciones”.
Sus gestas, que nunca han sido pamemas, dan cuenta de ello: cruzó la Cordillera de Los Andes en un globo; atravesó el Caribe en kayak; escaló cinco veces el Aconcagua y, también, el Kilimanjaro; remontó el rio Colorado a remo; y buceó en mares peligrosos.
Proviniendo de una familia de abogados: ¿Cómo surgió el espíritu expedicionario en usted?
Es cierto que mi familia está dedicada al derecho. Nuestro estudio de abogacía es el más antiguo de la Provincia. Lo fundó mi bisabuelo en Dolores, en 1870. Mi abuelo se hizo cargo en 1907, mi padre en 1940, y yo en 1975.
Si bien el derecho pareciera ser la marca familiar, también, hay que destacar que en los antecedentes hubo varios atrevidos. Nuestra familia llegó a Buenos Aires en 1578. Dos años más tarde, el Capitán Gutiérrez de Barragán participó de la refundación de la Ciudad por Juan de Garay.
Unos años más tarde, mi familia se trasladó hacia el sur de Buenos Aires, a una zona desértica, que era “tierra del indio”. En 1608, Antonio Barragán ya se encontraba en la región, cuyas tierras le fueron entregadas por la Corona, y estaban en lo que hoy es el territorio de Ensenada.
A partir del 1800, mi familia cruzó hacia el sur del Río Salado con animales y se afincaron en esta región. En 1817, cuando se decidió la fundación de Dolores, Julián Martínez Carmona y Barragán, donó las tierras para la creación del poblado.
Atlantis sigue navegando en la memoria
Inspirado por un cuento, Barragán, que se desempeñó durante 20 años como director de Turismo de su ciudad natal, corroboró una teoría. Durante los 52 días, los cinco amigos fueron armígeros de la balsa, que habían construido con tanto cariño y que, aún, sigue encapsulada en sus corazones.
¿Siente que en Argentina fue reconocido?
Sí, absolutamente. No tengo ninguna queja. Si el ego necesitaba algo está gordo, Atlantis ha tenido todos los reconocimientos oficiales y está instalada en la gente. Colegios, plazas, agrupaciones de scouts y calles llevan ese nombre en Argentina, México y España.
¿Cuál es la actualidad de la balsa Atlantis?
Actualmente, está guardada en Dolores. Estamos esperando que vaya a su destino final que será en el Museo de la Exploración. En dicho lugar, queremos rescatar la historia de los descubrimientos geográficos, el espíritu de los emprendedores e investigadores que descubrieron cada rincón de la tierra.
Empezaremos con Atlantis como elemento fundacional, pero tenemos otras 27 expediciones de nuestra fundación CADEI: Aconcagua, Kilimanjaro, Everest, buceo en la Antártica, cruce de la Cordillera en Globo y cruce del Mar de las Antillas en Kayak.