domingo 4 de mayo de 2025 - Edición Nº 29.188

Cultura | 24 ago

Una sociedad sin patrones y sin medios de comunicación lobbistas

Opinión "contraeditorial" en respuesta a una nota del diario La Nación.


La editorial del diario La Nación titulada “¿Una sociedad sin patrones?” nos interpeló fundamentalmente porque se pone en discusión el rol de las cooperativas en la economía nacional.   

A sabiendas de la posición ideológica de ese diario que, desde ya, está en nuestras antípodas, tenemos que advertir que se comete una sucesión de dislates que comienzan con una comparación exigida con un contexto histórico de otro país hace 150 años que nada tiene que ver con la historia reciente y, mucho menos, con la actualidad que vivimos.

La nota, lejos de parecer un escrito empático con los problemas sociales y económicos de Argentina como intenta esbozar forzosamente en alguna línea, parece un pasquín en defensa de un empresariado que nada tiene que ver con los intereses nacionales o con empresas monopólicas que no ceden ni medio metro en favor de la redistribución de los esquemas productivos.

Vivimos un mundo de transformaciones en el que el comportamiento del capital y las inversiones se vuelcan hacia circuitos financieros cuya distancia con la economía real es cada vez mayor y donde la expectativa de que se vuelque a la producción se diluye con la aparición de tecnologías que facilitan nuevas colocaciones financieras alejadas a lo que se viven en nuestro sectores trabajadores.

La reactivación económica, la inversión genuina y el crecimiento solamente son imaginables a través del fortalecimiento y la protección del mercado interno. En este contexto, las cooperativas de trabajo, que son EMPRESAS sociales capaces de producir, invertir, crear empleo digno y calificado, tienen (o deberán tener)  un rol central.

Una economía basada únicamente en la exportación de materias primas y en el ajuste permanente, sumado a la movilidad descontrolada de capitales especulativos, ha demostrado en poco tiempo que lo único que producen es endeudamiento y pobreza.

Es un error reiterado, que también se marca en este artículo, el hecho de idealizar el mercado como regulador de recursos y motor del crecimiento sin tener en cuenta el comportamiento e interés de los grandes capitales en obtener altos e inmediatos márgenes de ganancia mediante un vuelco a los mercados financieros internacionales.

En este sentido, el rol del estado es central y debe ser rescatado si se quiere alcanzar una economía de desarrollo, regulando el movimiento de capitales, canalizando la inversión, apoyando la innovación y distribuyendo la riqueza en la población.

El rol de un Estado presente, comprometido con los sectores populares, no debe demonizarse como reiteradamente lo hace el conservadurismo de derecha que tienen a los grandes medios de comunicación como aliados. Se ha demostrado, en nuestro país y en nuestra historia, que es falso pensar que una liberalización y descenso del nivel de vida de la población, pueda atraer inversores.

El Estado, en la actual situación de pandemia, debe evitar por todos los medios un estancamiento económico y alcanzar márgenes de crecimiento del sistema económico.  Para eso tiene que utilizar su capacidad de demanda en productos y servicios que eviten la restricción externa y además que nos encontramos en una emergencia social con altos índices de desempleo, pobreza y marginación

En esa disyuntiva y sin los prejuicios ideológicos que vuelca la nota editorial de La Nación surge la necesidad de ponderar el rol de las cooperativas de trabajo y, fundamentalmente, su participación en la provisión de la demanda pública.

A nadie se le ha ocurrido que las cooperativas de trabajo van a ser “la fuerza impulsora de la sociedad moderna” como reza con pedantería el artículo aunque tampoco lo es ni será el mercado.

El cooperativismo es una opción superadora al desempleo y una mejor forma digna de integración social e incorporación a vida productiva de millones de compatriotas que juntamente con Pymes y producciones locales constituimos el tejido productivo y social que va a sacar adelante la economía del país.

Durante los años 2003 y 2015, principalmente con el impulso de programas de obra pública y construcción de viviendas, quedó demostrada la capacidad de las cooperativas de trabajo de cumplir con los objetivos productivos, a un menor costo e integrando socialmente a miles de trabajadorxs que sufrían las consecuencias del desempleo.  En esta etapa lxs asociados se capacitaron, se profesionalizaron las cooperativas y se logró la integración a la sociedad de las familias.

Las cooperativas nos enmarcamos en el esquema de la economía social donde la centralidad de la vida y la naturaleza guían el proceso económico. Somos un actor importante en ese entramado que discute y, porque no, disputa poder con la economía de mercado para ser cada vez más central y menos periférica.

En torno al título socarrón que se usa en la nota, recogemos el guante para contar un poco cómo se organizan internamente las cooperativas. A pesar de no haber “patrones”, hay compañerxs comprometidxs, elegidxs democráticamente con cargos renovados periódicamente, con distintas funciones. Algunos encargadxs de la administración, otrxs de la gestión, algunxs conducción productiva y varixs dedicadxs a la producción.

En relación a las ganancias, desde las cooperativas intentamos transformar esa lógica capitalista y desigual donde muchxs ganan poco y algunos pocos ganan mucho. La redistribución del excedente, los abanicos salariales solidarios y la ausencia de operaciones especulativas son elementos que contribuyen a crear estructuras empresariales cooperativas sólidas.

Agradecemos cualquier debate aunque sería bueno que sea más justo, con conocimiento, compromiso y seriedad. Por eso, lxs invitamos cuando quieran a conocer nuestros valores, nuestra mística y organización. Ahí comprobarán que las cooperativas buscamos transformar la realidad, mejorar la vida de lxs trabajadorxs y contribuir a la construcción de una Patria Justa, Libre y Soberana. 

 
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