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Opinión | 7 oct 2021

Pandora, la caja negra de la burguesía mundial, sus monarcas y sus compinches republicanos

Escribe Marcelo Ramal


La investigación que un grupo de periodistas internacionales llevó adelante sobre paraísos fiscales -Pandora Papers- arrojó datos que, aunque no son nuevos, no dejan de ser escalofriantes. La riqueza que circula en las sombras de las cuentas off shore oscila entre los 10 y 20 billones de dólares, en este último caso todo el producto bruto de los Estados Unidos.

“Pandora” sacó a la luz las finanzas paralelas de 35 jefes de Estado y 130 empresas multinacionales. Entre los primeros, están el derechista Piñera, el ecuatoriano Lasso, recientemente electo, y Vladimir Putin. Los paraísos fiscales aseguran el pago de impuestos bajos o eventualmente nulos para quien radica una empresa. Pero adicionalmente, garantizan la confidencialidad de sus cuentas y directorios. Ello permite disolver en el anonimato las compras multimillonarias de propiedades, ocultar utilidades empresarias o fondos provenientes de sobornos y, naturalmente, del narcotráfico. Hace más de dos décadas que las finanzas internacionales reciben la “ayuda” del comercio global de drogas.

En el caso de Argentina, “Pandora” reveló movimientos de Daniel Muñoz, el ex secretario de Kirchner. Pero también, de un pariente cercano de Macri, en los días de su retiro del gobierno. En cualquier caso, los M y los K solo son la cabecera de playa de un movimiento de fondos paralelos mucho más vasto: Argentina, que solo rankea dignamente cuando se trata de mundiales de fútbol, se ha llevado el tercer puesto del “Pandora” en materia de movimientos de fondos paralelos.

Muchas nueces, poco ruido

Las revelaciones han generado un ruido que, sin embargo, parece controlado o previsible. Algunos atribuyen esa baja intensidad a la reiteración de estas investigaciones, desde el Off Shore Leaks de 2013 hasta hoy, pasando por los Panamá Papers. Pero una mirada más aguda indica otra cosa: la ilegalización de las financias mundiales se ha convertido en una tendencia orgánica del capitalismo en declinación – por eso ya no sorprende. La monumental crisis que estalló con Lehman Brothers, en 2007/2008, había desatado una tendencia regulatoria por parte de las principales potencias capitalistas – una oleada de normas contra el “aventurerismo financiero”. Pero como reacción a esas restricciones, se desarrollaron ampliamente los fondos de gestión de activos -BlackRock, Pimco, Templeton- que buscaron zafar de ellas y asegurarle a sus inversores la “perfecta movilidad” de sus fondos, no sólo para eximirlos de los impuestos sino también de las bancarrotas financieras. Con ese fin, el fondo BlackRock se ha ocupado de armar una red de filiales en paraísos fiscales.

Las rivalidades capitalistas internacionales terminaron por derrumbar la cantinela de la “regulación”, que solía sonar con fuerza en las reuniones del G20. Así, las principales potencias terminaron convirtiendo a la guerra comercial y política en guerra fiscal, esto es, en una disputa para ver quién eximía de mayores impuestos a las corporaciones. En EEUU, Trump hizo de la reducción de tributos al gran capital una de las principales banderas de su gestión. Bajó el impuesto a las ganancias de 35 a 15 por ciento.

La paralelización de las finanzas y los paraísos evasores, por eso mismo, no son un fenómeno ajeno a los estados capitalistas, sino más bien una criatura de ellos. Estados Unidos alberga a tres paraísos –Delaware, Dakota del Norte, Nevada- que compiten, en “celeridad” y “discreción”, con las Islas Seychelles, Panamá o Suiza, lo que no podría ocurrir sin la tolerancia del gobierno federal. Irlanda se ha convertido en una bisagra obligada para la circulación de fondos hacia Belice, Bermudas u otras localizaciones – es lo que hace, por ejemplo, Google.

Pero esta mega evasión mundial es un factor agravante de la bancarrota fiscal de las grandes potencias, la cual ha sido ampliamente potenciada por el Covid. En Estados Unidos, el jubileo impositivo tuvo como contrapartida a un agudo vaciamiento del sistema sanitario, como se puso de manifiesto en 2020. De cara a nuevas crisis sociales o sanitarias, la administración Biden ensaya ahora una política de mayor endeudamiento y de presión fiscal, que es objeto de virulentos choques con la oposición republicana (amenaza de default). Es posible que el Pandora gate se inscriba en esta presión recaudatoria.

Pero las políticas regulatorias cargan con varios fracasos recientes. Por eso, los Estados capitalistas viran de la regulación financiera a la evasión “administrada”, lo que explica el tono tolerante del Pandora Gate hacia sus propios involucrados: por lo pronto, varios de ellos han argumentado que las sociedades off shore fueron “debidamente declaradas en el país de residencia”. Como antecedente local, el macrismo había habilitado al blanqueo con los fondos “afuera”, siempre que estuvieran debidamente “informados”.

Argentina

La burguesía argentina, como ya se dijo, es vanguardia mundial en materia de fuga de capitales y exacción. Los activos argentinos radicados en el exterior alcanzarían a un producto bruto entero, y la elusión fiscal está legalizada en mano de los mayores exponentes del capital. Tenaris, el gigante global del grupo Techint, tiene su domicilio legal en Luxemburgo, uno de los primeros diez paraísos fiscales del mundo. El sistema financiero off shore ha facilitado el retiro de recursos por parte de la clase social que, además, funge como principal acreedora de la deuda pública del país. Para reconocer esa hipoteca, los beneficiarios de este desfalco, con sus cuentas paralelas a resguardo, preparan un nuevo ataque al régimen jubilatorio y laboral. A la revelación de este régimen off shore, le oponemos la lucha por un gobierno de trabajadores.

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