

"Cientos de cartas, cadenitas, rosarios, chocolates y latas, parte de las encomiendas que familiares de combatientes habían entregado en el Regimiento 7 de Infantería de la ciudad de La Plata con la promesa de que serían llevadas a los soldados que luchaban en Malvinas, fueron abandonados aquel otoño de 1982 en un basural de la localidad de Ensenada", publicó este domingo la agencia Télam tras conocer el testimonio de "un grupo de exconscriptos encomendados a ese operativo bajo amenaza de 'pena de muerte' si alguna vez revelaban lo sucedido".
Los ex conscriptos son Sergio Regidor, Alfredo Marcelino, Daniel Laira, Ignacio Arauz, Darío Manzanares, Eduardo Piedrabuena, Jorge Cebrowski y Hugo Acuña, y formaban parte de la banda de música de aquella unidad del Ejército. Que vale destacar fue la que mayor cantidad de bajas sufrió durante la guerra, con 36 caídos y más de 150 heridos, y que fue protagonista de la batalla más extensa y encarnizada del conflicto, la de Monte Longdon.
Donde funcionaba el Regmiento 7 hoy está ubicada la Plaza Islas Malvinas, ente las calles 19 hasta 21, entre 50 y 54. Además, esa Unidad del Ejército había sido escenario del levantamiento del general José José Valle el 9 de junio de 1956, que intentó derrocar a la dictadura autodenominada Revolución Libertadora.
"Todos los soldados y la mayoría de los oficiales y suboficiales emprendieron en abril el viaje hacia las islas. El Regimiento, entonces, quedó con la clase '63 y los suboficiales de la banda se hicieron cargo de las compañías. En ese momento, la banda de música, como tal, quedó desarticulada", relató el ex conscripto Regidor a la agencia Télam, que en la misma nota señaló: "A medida que transcurrían los días y, luego, las semanas del conflicto, crecía la procesión de familiares de combatientes que se acercaban al infranqueable portón ubicado sobre la avenida 19, casi esquina 51, en busca de novedades y para entregar encomiendas que, según les habían dicho, llegarían a las islas a manos de sus hijos".
"Lo recuerdo perfecto; era un día de sol y nos reunieron para decirnos que íbamos a salir a hacer una operación, que iba a ser secreta y que ni siquiera a nuestros familiares podríamos contarles lo que íbamos a hacer", agregó Regidor.
Otro colimba, Arauz continuó: "Eran tres Unimog cargados con las encomiendas. En otro nos hicieron subir a nosotros", y su ex compañero en la conscripción Hugo Acuña mencionó: "Cuando con los Unimog encaramos para el lado de Ensenada yo me puse contento, porque pensé que iríamos al puerto a cargar las encomiendas para que fueran a Malvinas. Pero no, después de andar un rato, no mucho, llegamos a un basural donde nos hicieron romper todos los paquetes. Me acuerdo que se me caían las lágrimas, de bronca, de impotencia".
Sergio Regidor agregó: "Eran cajas relativamente chicas, rotuladas con los nombres de los soldados. Nos dijeron que había que sacar las cosas que había adentro y las fuimos separando". Y continuó Ignacio Arauz: "Todo lo que eran cadenitas, cruces y rosarios, teníamos que ponerlos en una bolsa grande, negra, como si fuesen hoy las de consorcio, mientras que las cartas nos las hacían poner en otra bolsa y el sargento nos decía que se las iban a dar a los soldados cuando volvieran. Todo lo demás (ropa, chocolates y pequeños objetos de recuerdo) se tiró en ese basural, igual que los envoltorios con los nombres. A las otras dos bolsas, la de las cadenitas y la de las cartas, todas mezcladas y sin identificar, nunca más las volvimos a ver".
El ex soldado Daniel Laira relató que mientras eso sucedía en el Regimiento 7 él se encontraba de guardia en el Comando de la X Brigada de Infantería Mecanizada del Ejército Argentino, ubicado en Diagonal 80 entre 41 y 116 (donde hoy funciona el Instituto Malvinas de la UNLP).
Según afirma era un secreto a voces el destino que tenían las encomiendas, que terminaban descartadas en un basural. "Incluso supimos que alguno de los camiones con los paquetes había sido desviado a la casa de un oficial o suboficial. Era una cosa aberrante", dijo a Télam.
"Este tipo de órdenes venían de arriba; eran un 'modus operandi'. Si hasta descartaron cuerpos y los tiraron en medio del mar. Así que, para ellos, era algo habitual: hacer desaparecer personas y también cosas. Y a nosotros, con lo que nos llevaron a hacer, nos hicieron sentir que traicionábamos a nuestros compañeros que estaban allá peleando. Toda mi vida sentí eso", expresó Hugo Acuña a muypocods días de cumplirse 40 años de aquella contienda bélica.