

Carlos Federico tiene 71 años y reniega bastante de la tecnología. No usa teléfono celular y nunca quiso aprender a usar la computadora, a pesar de la insistencia de sus nietas. En lo único que quiso aggionarse fue en la manera de cobrar su jubilación, ya cansado de tener que hacer filas eternas en el banco. Asesorado por su mujer, sacó una tarjeta de débito y empezó a cobrar sus haberes por cajero automático desde hace cuatro años.
Si bien al principio solo usaba el plástico para extraer el dinero, luego empezó a utilizarlo al menos una vez al mes para hacer compras en la carnicería y la verdulería del barrio y así zafar de tramitar el certificado de superviviencia cada 30 días.
Aunque resulte increíble, el hombre iba reteniendo en su memoria la cantidad de dinero que tenía ahorrado en su cuenta de un banco privado San Martín. En raras ocasiones consultaba el saldo porque -paradójicamente- tenía miedo de que alguien pudiera clonarle la tarjeta o ser víctima de algún engaño, tal como observaba a diario en la televisión. Mucho menos sabía de la existencia del home banking.
Según sus cálculos, llevaba ahorrados entre $550 mil y $600 mil. Sin embargo, se llevó una ingrata sorpresa cuando el 12 de septiembre concurrió a un corralón de materiales para comprar unos cerámicos y le rechazaron la tarjeta por falta de fondos.
“Pensé que se trataba de un error, que se había caído el sistema. Pero cuando el empleado me explicó el motivo, me fui inmediatamente al banco para hacer el reclamo. ¿Cómo me iba a gastar toda esa plata si prácticamente no usaba la tarjeta ni hacía extracciones?”, se indignó Carlos en diálogo con minutouno.com.
Frente a su desconcierto, desde el banco le detallaron que sólo en los últimos dos meses figuraban más de 100 compras virtuales por un monto aproximado de $175 mil. “Como eso no era cierto, le pedí que se siguiera fijando en los meses anteriores para determinar cuándo habían empezado a usarme la tarjeta de manera fraudulenta. Me respondieron que para obtener ese informe más detallado debía pagar $350 y volver a las 24 horas porque tenían que mandarlo a pedir”, recordó mortificado.
Finalmente, cuando tuvo en sus manos el extracto bancario comprobó que las compras que él desconocía como propias habían empezado en junio de 2021 y que sumaban en total $602.833. “Supongo que en algún negocio alguien me copió el número de la tarjeta de débito y el código de seguridad para hacer compras desde la computadora ya que no te exigen el DNI. Se despilfarraron todos mis ahorros. Fueron 10 meses sin parar”, se lamentó Carlos.
El 90% de las compras fueron realizadas a través de la app de pedidos a restaurantes, parrillas, heladerías, hamburgueserías, fábrica de pastas y otros comercios de comidas. También se registraron numerosas cargas por $1.000 a celulares.
“Al analizar el extracto bancario comprobé que la primera compra, por $2.320, la hizo el 7 de junio del año en una carnicería. Empezó con gastos hormigas pero al ver que yo no me daba cuenta, se envició y empezó a subir la cifra de manera exorbitante mes a mes”, admitió el jubilado.
Para diciembre de 2021, la cifra ya había ascendido a $25.173 y en febrero de 2022 escaló a $43.624. En marzo y abril, la situación se descontroló y los gastos fueron récord: aproximadamente 120 mil por mes.
“Es increíble que al banco no le haya saltado ninguna alerta de seguridad. Si cobro $45 mil por meses y hace 6 años que vengo haciendo entre 3 y 4 compras mes ¿cómo voy a pasar hacer casi 100 compras mensuales y gastar el triple de mis ingresos? Algo falló y se tienen que hacer cargo. Ellos permitieron sucediera”, aseveró el jubilado.
La denuncia de Carlos quedó radicada en la UFI N°8 de San Martín. “Por lo que me explicaron mis hijas para operar con esa app de delivery es necesario agregar un número de celular y una dirección postal para que lleguen los pedidos. Ojalá la fiscalía haga una investigación seria y dé con el paradero de la persona que me estafó”, se esperanzó el jubilado.
En lo que respecta a la responsabilidad del banco de no alertar a su cliente de los gastos desmesurados que estaban haciendo en su nombre teniendo en cuenta el historial de su comportamiento, que acredita todo lo contrario, Carlos contó que sólo le devolvieron los gastos de los últimos 60 días: “Ellos me dijeron que es lo que les corresponde por ley”.
Consultado al respecto, el abogado de la víctima, Marcelo Szelagowski, manifestó que si bien el caso recién se encuentra en etapa de mediación, espera que el banco demandado siga la línea conciliadora que han adoptado la mayoría de los bancos privados.
“En el caso que nos ocupa donde se ha producido el vaciamiento íntegro de una cuenta con compras y transferencias durante más de un año sin que se verificara jamás de modo fehaciente la identidad titular, así como tampoco el banco ha promovido las denuncias penales del caso, ello implica una grave negligencia administrativa bancaria en cuanto a la aplicación de las comunicaciones en materia seguridad del BCRA y tal como han dicho los fallos recientes, las medidas de seguridad son obsoletas e insuficientes”, explicó Szelagowski.
Además, como en este caso la aseguradora del banco ya devolvió una pequeña parte del dinero, “supone admitir la verosimilitud de los hechos, siendo así el banco razonablemente debería hacerse cargo de la pérdida y los daños que le ha producido a mi cliente”.