

Si hay un sector de los trabajadores que están integrados al marcado laboral en buenas condiciones, y que podría incluirse en la denominada "aristocracia" de la clase trabajadora, son los empleados bancarios.
En el Banco Provincia es muy notable la mala atención que brindan a la gente que intenta cobrar un cheque, sean clientes o no, y que hacen mes a mes colas de dos o tres horas para ser atendidos por ventanilla.
La vida y el destino los dejó a merced de empleados que la pasan bien, que ríen a carcajadas tras el vidrio que los separa del mundo real, y hasta tienen el tupé de bromear con una ironía como "hay mucha cola porque los bancarios no hacemos nada, no nos gusta trabajar".
Un cronista de este medio lo escuchó de boca de un joven empleado hace dos meses, cuando una mujer le preguntó la razón por la que atendían tan pocas cajas, y tan lentamente.
Hoy otro cliente fue increpado por un agente de seguridad privada que hacía las veces de coordinador de atención al público, pero que también actuaba con aires de policía del servicio de calle de algún distrito picante del conurbano.
Como explicamos en la nota "Sin cajas ni cajeros, colapsa la atención al público en el Banco Provincia", los directivos del PAPRO apuestan a fortalecer los canales digitales para evitar la afluencia de gente a sus sucursales.
Pero no generaron herramientas que hagan ese salto de calidad posible. Por la manera en que maltratan a los clientes no sólo que no mejoró la atención en las sucursales, sino que sigue funcionando como hace 100 años en muchos de los servicios que presta, muy trabajosos, en manos de burócratas sin sensibilidad social, y con empleados de cuello blanco que atienden en muchos casos como Flora, el personaje de Gasalla que gritaba "te vas, te vas, te vas".
La solución a las largas colas de organismos públicos ya fue puesta en práctica en varios de ellos, así que no pude resultarle a los directivos del PAPRO un desafío imposible.
Para citar algunos ejemplos, sirve aclarar que organismo como ANSES, PAMI, el IPS o ARBA tenían sistemas de atención tortuosos, pero gestiones eficientes lograron resolver ese problema hace muchos años.
Si a los jerarcas del BAPRO les interesa resolver ese problema pueden caminen una cuadra y preguntar en el Banco Nación, simplemente, cómo lo hicieron.
Allí entregan un número de atención, hay sillas frente a un cartel electrónico y los empleados no responden como si estuvieran siendo conminados a donar un riñón a quienes atienden, lo hacen con respeto y un espacio acorde para recibir a quienes, al fin y al cabo, sostienen a esas empresas estatales y a los salarios de quienes lograron ingresar a trabajar en esos lugares.