martes 21 de mayo de 2024 - Edición Nº -1994

Cultura | 29 abr 2024

Hoy Alejandra Pizarnik, "la poeta maldita", cumpliría años: quién fue y algunos poemas para recordarla

Falleció el 25 de septiembre de 1972, a los 36 años, tras de ingerir 50 pastillas de un medicamento perteneciente a la clase de los barbitúricos, llamado "Seconal".


Hoy Alejandra Pizarnik cumpliría años, y en el sitio español abc.es la recordaron así: "Era de noche, aunque siempre lo es en la oscuridad del alma. No hacía demasiado frío, si bien el clima en Buenos Aires en septiembre puede llegar a ser severo. El día anterior había llovido y las calles aún conservaban la humedad de las gotas a destiempo. Alejandra Pizarnik (1936-1972) llevaba unas horas recostada sobre su cama, fumando un cigarrillo tras otro. De pronto, se levantó, se atusó el pelo, apelmazado por la modorra, apagó la última colilla en el cenicero de su mesilla y caminó, pausadamente, hacia su cuarto de trabajo en el departamento que tenía en Buenos Aires , en el edificio de Montevideo 980. Una vez allí, cogió una tiza y escribió unos versos en el pizarrón que presidía la estancia: «No quiero ir nada más que hasta el fondo»".

Luego aclaró: "Fue el último rastro que la poeta dejó, y así lo encontraron apenas una semana después. En la madrugada del 25 de septiembre de 1972, Pizarnik ingirió una sobredosis letal de Seconal sódico y falleció. A su auxilio acudió una amiga, que la llevó, ya sin vida, al Hospital Pirovano . La muerte, tantas veces mentada por ella, en su vida y en su obra, fue a su búsqueda bajo la forma del suicidio. Los amigos que, al día siguiente, la velaron en la sede de la Sociedad Argentina de Escritores se repetían, entre susurros, los unos a los otros: «Fue accidental, fue accidental». Pero nunca lo es. Como tampoco lo fueron aquellos últimos versos, que Pizarnik escribió a modo de despedida y que hoy ven, por fin, la luz en «Poesía completa» (Lumen), el volumen que esta semana llega a las librerías españolas".

Flora Alejandra Pizarnik nació en Avellaneda el 29 de abril 1936, en una familia de inmigrantes rusos que, como tantos, perdió su apellido original al llegar para radicarse en Argentina. Antes de ser argentinos, los Pizarnik eran los Pozharnik, pero algún empleado estatal la registró como le dio la gana, una costumbre muy habitual en la época.

 

 

Al cumplirse 83 años de su nacimiento, en el año 2019, la secretaría de Cultura de la Nación la recordó con una breve biografía, que señalaba: "Estudió en a la Escuela Normal Mixta de Avellaneda y se recibió en 1953. Un año después comenzó a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, al mismo tiempo que se inició en el mundo de las artes de la mano del pintor surrealista Batlle Planas. Además de pintura, estudió periodismo, técnica que utilizaría para escribir críticas en distintos periódicos".

 

La niebla del mito y la desvelada artesanía de la palabra | Revista Bordes

 

"En 1955 publicó su primer libro de poemas: La tierra más ajena, de editorial Botella al mar. Cinco años después, con cuatro libros publicados, se trasladó a París. Allí trabajó para la revista "Cuadernos" y varias editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. En esos años conoció a Octavio Paz, Julio Cortázar e Ivonne Bordelois. Volvió a Buenos Aires en 1964, conoció a su amiga Silvina Ocampo y publicó otras siete obras con poemas, escritos, relatos surrealistas y hasta novelas cortas. En 1971, recibió la beca Fullbright", agregaron en la breve reseña de la vida de Pizarnik.

 

 

 

Anillos de ceniza

A Cristina Campo

Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición del sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta,
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

 


El despertar

A León Ostrov

 

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo

 

 

Días contra el sueño

No querer blancos rodando
en planta movible.
No querer voces robando
semillosas arqueada aéreas.
No querer vivir mil oxígenos
nimias cruzadas al cielo.
No querer trasladar mi curva
sin encerar la hoja actual.
No querer vencer al imán
la alpargata se deshilacha.
No querer tocar abstractos
llegar a mi último pelo marrón.
No querer vencer colas blandas
los árboles sitúan las hojas.
No querer traer sin caos
portátiles vocablos.

 

 

El miedo

En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labio muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.

 



La carencia

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

 


La última inocencia

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.

He de partir

Pero arremete, ¡viajera!

 


Cenizas

La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te…

La noche sufre.

 

A la espera de la oscuridad

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos

 

 

 

 

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