

Por: Patricio Asorey
Durante los últimos 10 años proliferaron en las calles de La Plata una serie de locales con vidrieras coloridas y bien iluminadas que algún transeúnte desprevenido podría confundir con un vivero o una casa de cotillón para fiestas. Pero no. Son grow shops, tiendas especializadas que venden todo tipo de insumos y accesorios vinculados al cultivo y el consumo de la planta de cannabis o marihuana, el eslabón comercial de una cultura que crece a paso firme. Y a la que la crisis económica parece no afectar.
“Actualmente, en La Plata hay 30 grow shops aproximadamente y alrededor de 500 en todo el país”, dice a Info Blanco Sobre Negro Julián Lemus Muller, gerente de La Colina, el primer grow shop que abrió en esta ciudad hace ya casi 12 años, y uno de los primeros diez en inaugurar su local a nivel país.
En los grow shops se puede adquirir lo necesario para el consumo recreativo del cannabis, como papel para armar, picadores, pipas, bongs y vaporizadores en diferentes modelos y estéticas.
Pero también se consiguen todos los insumos y productos para sembrar plantas en exterior e interior, como sustratos, fertilizantes, aireadores, timers y luminarias, todos productos que encierran el trabajo de cientos de entusiastas, artesanos y emprendedores locales y extranjeros.
“Un grow medianamente completo se puede abrir con unos 5 millones de pesos en mercadería más los gastos inherentes a la apertura”, cuenta a este medio, por su parte, Álvaro José Chiacchio, titular de Ganesh, otro de los grows pioneros en abrir sus puertas en La Plata y en el que actualmente trabajan 3 personas.
“Hay una parte de productos nacionales y otra de productos importados. La realidad es que los productos nacionales muchas veces se fabrican a partir de insumos importados. Lo nacional son las semillas y los clones”, explica Julián Lemus Muller respecto del origen de los productos que comercializa, y asegura que la diversidad de productos y su competencia ha ampliado la oferta para los clientes y beneficiado el desarrollo del negocio.
Todos los entrevistados por Info Blanco Sobre Negro coinciden en que hubo al menos dos situaciones que motivaron la aparición más o menos repentina de estos comercios: la primera fue el confinamiento obligatorio derivado de la pandemia, que produjo en la población un aumento del tiempo disponible para el consumo recreativo de cannabis y por lo mismo, condiciones inmejorables para la práctica del cultivo en el hogar.
La otra fue la sanción de un marco legal para el cultivo de la planta con fines medicinales, terapéuticos y hasta industriales: por un lado, la reglamentación en 2017 de la ley 27350, que regula la investigación médica y creó el Registro del Programa de Cannabis, más conocido como REPROCANN, que permitió que pacientes que cuenten con indicación médica puedan acceder a una autorización de cultivo sin ser perseguidos penalmente bajo la Ley de Tenencia y Tráfico de Estupefacientes.
Por el otro, la creación en 2023 de la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (ARICCAME), que considera y proyecta a esta planta como un commodity capaz de desarrollar a su alrededor una industria vigorosa como sucede en China, Francia, Canadá y Estados Unidos. Sin embargo, ambas iniciativas sufren hoy una parálisis en su funcionamiento.
Según los cálculos de Julián, armar un indoor, es decir, 1m2 de cultivo en interior con productos básicos como la carpa, luminarias, medidores, macetas, sustratos, fertilizantes, semillas o clones legales, cuesta alrededor de 1 millón de pesos y podría producir alrededor de 300 gramos de flores.
“Hoy por hoy nuestros grows cuentan con habilitación municipal y también del INASE [Instituto Nacional de Semillas] que es el organismo que autoriza la venta de esquejes, clones de plantas y semillas de cannabis registrado para proveer a las personas tengan el REPROCANN al día”, explica en la charla con este medio.
Llegados a este punto, estaríamos en condiciones de afirmar la existencia de un circuito productivo incipiente pero virtuoso, que incluye a pacientes, productores, consumidores, ONGs de la salud y el Estado.
Algunos cultivan sus propias plantas para consumo personal y evitar el mercado negro, obtener un mejor producto y en consecuencia mejorar sus finanzas personales.
También están los cultivadores solidarios, que son aquellos que lo hacen con el objetivo de proveer de semillas y plantines para la fabricación de medicinas que se utilizan, por ejemplo, en el tratamiento de la epilepsia refractaria y el cáncer.
Además, hay que mencionar en esta lista a los grow shops, que son los que comercializan insumos fabricados por un número creciente de proveedores locales y externos. No hace falta aclarar que este circuito genera trabajo, porque los robots no se dedican a esto.
El caso de Julián es peculiar, ya que además de estar al frente de La Colina Grow Shop, participa de Sur genetics, una organización que desde 2010 se dedica al fitomejoramiento de las diversas variedades del cannabis medicinal y que hace poco firmó un convenio con la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP para trabajar en la investigación de terpenos en cannabis, que son fundamentales para demostrar la eficacia médica de las cepas del cannabis.
Ni viveros ni casas de cotillón, sin dudas los grows shops se han ganado un lugar en el comercio local siendo la parte más visible de una cultura que existe hace mucho y que excedió el consumo recreativo para ir expandiéndose, a partir de las características particulares de esta planta considerada sagrada, hacia las aplicaciones médicas y terapéuticas propiciadas por la investigación científica y respaldadas por un Estado nacional que había dado un paso en favor de la regulación en detrimento de la persecución de sus cultivadores. Veremos cómo sigue la historia.