Podría ser una broma, pero en el ambiente del fútbol, como en cualquier ámbito, acusar de “mufa” a alguien es una descalificación dura.

Cualquier otra agresión verbal, aunque parezca ridículo, es mucho más inocua e inofensiva que el calificativo que usó Grondona contra el Diez.

En Twitter, ese espacio intangible y repleto de falsas identidades y anónimos opinadores, enseguida empezaron las “bromas” sobre Maradona, hasta “instalarse” el hashtag #MaradonaMufa al tope de los temas más comentados.

Según el portal de La Nación, Grondona habría dicho: “Se fue el mufa y lo ganamos”, para alimentar la estúpida versión que luego muchos repitieron.

Lo de Grondona se entiende: dejó escapar su histórico odio hacia quien lo enfrentó más vehementemente.

Maradona lo cuestiona doblemente: por su gestión autocrática, oscura e ineficiente en la Asociación del Fútbol Argentino, pero también porque el jefe de AFA es uno de los cinco hombres de mayor influencia en la FIFA.

La entidad que representa al fútbol argentino es cuestionada por el grueso del mundo futbolero, pero la Federación Internacional manejada por el inmortal y sempiterno Joseph Blatter, lo es mucho más.

Diego disparó muchas veces, por momentos más, por momentos menos, munición de grueso calibre contra Blatter.

A Grondona directamente lo descalifica, como lo hacen los referentes de la generación que protagonizaron los mundiales 86 y 90. Pero no son sólo ellos: cuesta encontrar algún periodista, jugador, o aficionado que reivindique al titular de la AFA.

Pero, cosas de la vida, el hombre más oscuro del fútbol argentino arroja metralla contra el más luminoso y querido por todos.

Y peor aún: se sumó un ejército de comentaristas impunes que por estas horas descargan bromas sobre Maradona. Es claro: pensar las claves del partido es más complejo que escribir un insulto o un comentario malicioso.

Ser considerado “mufa”, es una carga muy dura para jugadores o cualquier persona que forma parte del fútbol profesional.

Se sabe que es el deporte más cabulero. Hay prejuicios históricos, como por ejemplo que los pelirrojos dan mala suerte, junto a una lista interminable de lo que los psicólogos definirían como “pensamiento mágico”.

Lo que merece más atención, más allá del gesto revanchista de Grondona, es que siempre fue un hombre medido, cuidadoso, hábil en evitar polémicas. Pero con sus gritos, El Padrino parece haber perdido todos sus filtros. O sea, como se dice en la calle, el dueño del fútbol chochea.

En septiembre cumplirá largos 83 años. Ojalá el próximo mundial, por el bien del fútbol de estas geografías y del mundo entero, se haya jubilado, y en la AFA empiece una renovación que haga que el fútbol argentino deje de ser deficitario, violento y amañado.