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Información General | 31 may 2019

Salud

¿Cómo actuar ante un ataque de pánico?

Los ataques de pánico – a veces también llamados ataque de angustia o crisis de ansiedad - son episodios de miedo, temor o un intenso malestar que aparecen de manera repentina cuando realmente no existe un peligro real – o al menos no hay una causa aparente o evidente para sí o los demás. Se producen de manera súbita y generan reacciones o ciertas manifestaciones físicas en quien los padece, que se acompañan de gran pánico y sensación de pérdida de control, catástrofe o de la idea de que se está a punto de morir.


Si bien cada sujeto y cada padecimiento, o cada expresión del ataque pueden ser distintos, hay ciertas cuestiones – síntomas del ataque de pánico- más o menos comunes a todos los que han padecido esto.

En ese sentido, partiendo de las diferencias subjetivas y estructurales entre pacientes, se podrían pensar ciertas “herramientas” para que el momento del ataque propiamente dicho, no resulte tan traumático – aunque este sea su carácter principal – y para que paulatinamente, y junto con terapia o análisis, al llegar a la raíz de la causa inicial, se pueda afrontar de mejor manera.

No hay fórmulas mágicas para controlar el pánico, pero sí se pueden plantear algunas cuestiones, para facilitar la reacción frente a eso tan real, como el miedo a la muerte.

Nombraré algunas acciones para calmar un ataque de pánico a modo de ejemplo

Intentar comprender que el ataque es una expresión a través del cuerpo, pero que no es sólo eso, y que se debe dedicar tiempo a su tratamiento.

Comprender que una persona padece un ataque de pánico en un momento particular, pero que eso no necesariamente significa que ésta sea una “enfermedad” con la que haya que convivir. Es decir, diferenciar condición de estado.

Intentar registrar o recordar lo más posible sobre lo que el cuerpo está atravesando.

Asimismo también es recomendable hacer, lentamente, un trabajo de memoria e intentar recordar qué pasó en la vida del paciente el día o la semana del primer ataque.

Ser paciente ante el temor; esperar mientras el ataque se sucede e idealmente mantener la calma.

Aunque no siempre sea realizable, intentar pensar que el peligro que el cuerpo siente y ante el que se defiende, no es tal. A veces para eso, es útil mantener los ojos abiertos, y no evitar la escena del ataque. Al ver alrededor, comprender que no hay tal peligro.

Centrarse en que la cuestión no es evitar el miedo, sino afrontarlo y sobre todo, entenderlo en cierto contexto.

Cuando el pánico cese, retomar lentamente lo que se estaba haciendo. No es necesario sobre exigirse, ni tampoco actuar como si nada hubiera ocurrido. Negar el ataque de pánico, sólo prolongará su existencia, que de por sí, se inició por una negación y por lo acallado.

Que el principal objetivo de muchos tratamientos sea justamente el de acallar al síntoma y al malestar adicional, se corresponde con ciertas exigencias de nuestra época –porque los ataques de pánico nada tienen de nuevo, de hecho el mismo Freud estudió esto, desde la idea de la crisis de angustia-, época en la que los mandatos sociales parecieran exigir sólo perfección, exhibición de lo bello y estético –por ejemplo en redes sociales- y ocultar aquello imperfecto, aquello que hace ruido.

Por eso desde mi perspectiva, la gran tarea del psicoanálisis es, y será, la de quitar esa presión, para que poco a poco mediante la posibilidad de la escucha, lograr que sea el propio sujeto quien se escuche, y por ende, pueda devolverse palabras, allí donde el mismo silencio, alojó al pánico.

Por Marianela Santillán, psicóloga graduada en la Universidad de Buenos Aires (UBA) – Psicóloga online.

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