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Los llamados “microplásticos” tienen un tamaño menor a 5 mm y, en el caso de este estudio, la mayor parte se trata de fibras sintéticas cuyo origen más frecuente es el lavado de ropa y productos de higiene personal, como pañales y toallas higiénicas, indicó a la Agencia CyTA-Leloir la bióloga Rocío Pazos que es becaria doctoral del CONICET en el Instituto de Limnología “Dr. Raúl A. Ringuelet”, también dependiente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Es poco probable que los microplásticos tengan un efecto tóxico directo sobre los consumidores: aparecen en el tubo digestivo de los peces, el cual usualmente se extrae antes de prepararlos. “Sin embargo, la literatura documenta que pueden adsorber contaminantes orgánicos, por lo que podrían funcionar como vehículos para el ingreso de esas sustancias a los peces”, subrayó Pazos.
El trabajo fue publicado en la revista “Marine Pollution Bulletin”. Y confirma una asociación entre la cantidad de microplásticos presentes en los peces y la proximidad a una fuente de descarga cloacal, en este caso, de Berisso.
“Es necesario realizar un mejor tratamiento de los residuos urbanos tanto líquidos como sólidos, que impidan o disminuyan el ingreso de este contaminante”, puntualizó Pazos que además destacó la importancia de promover el adecuado reciclado de aquellos productos que desprendan ese tipo de material.
Otros autores del trabajo fueron Nora Gómez, Tomás Maiztegui (becario postdoctoral del CONICET), Darío Colautti y Ariel Paracampo, todos investigadores del CONICET en el mismo instituto de La Plata.
Fuente: Agencia CyTA – Leloir