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Información General | 16 sep 2022

La Plata, un set de filmación: cómo se hizo la película de La Noche de los Lápices

A 36 años de la producción de ese film icónico de los años 80, te contamos algunos entretelones, cuál era el contexto histórico, y por qué la película recibió críticas.


Por: Nicolás Harispe

La Noche de los Lápices era, hasta el año 1986, una fecha muy importante para los organismos defensores de los derechos humanos, y también para los partidos políticos que llevaban como bandera la búsqueda de verdad y justicia sobre la dictadura cívico militar. 

Un año antes, quien luego fue director de la película, Héctor Olivera, anunció la filmación que iba a narrar aquel operativo represivo en la que fue secuestrada una decena de estudiantes secundarios.

En La Plata hacia mediados del año 86, la política, como en el resto del país, estaba atravesada por el miedo y el dolor post dictadura. Además, vale aclarar que la capital bonaerense fue, en términos relativos, una de las ciudades más afectadas por los secuestros de personas y los crímenes a manos de los grupos de tareas. La dictadura estaba en carne viva. No había quien no conociera a alguien que no tuviera familiares secuestrados, exiliados o desaparecidos. 

Por otra parte, desde 1984 lentamente iba consolidándose una generación de nuevos militantes en algunos colegios secundarios, que además reconstruyeron muchos centros de estudiantes que habían sido prohibidos por la dictadura.

La avanzada activista adolescente era muy cándida, y tenía sobre sí la sombra de la muerte, los miedos de sus familias, y muchas fantasías sobre los servicios secretos y los elementos represivos. 

En los colegios secundarios, los militantes no contaban ni con recursos para sacar fotocopias, ni con contratos, ni con ayudas económicas de ninguna naturaleza.

Las obsesiones de esa generación eran "dar vuelta" (se decía así a dejar sin argumentos discursivos a un ocasional adversario político) a los militantes de los sectores rivales.

Nadie recibía financiamiento o dinero de ningún lado. Nadie reportaba a ningún legislador o concejal. Y nadie tenía un peso.

Se usaban las aulas y se hacían rifas, peñas, fiestas o colectas. Este dato explica en gran parte lo que vamos a contarte ahora. 

 

Argentina campeón. Ni olvido ni perdón.

Esas dos frases reflejaban el momento social y político en el que se filmó la película.

En el Centro de Estudiantes del Normal 3 (hoy Escuela Secundaria 34 La Plata) recibieron una comunicación telefónica del director de la película, Héctor Olivera.

Proponía que lo ayudaran a movilizar al alumnado de la escuela (había delegados muy activos en casi todos los cursos) a cambio de nada. O sea, de onda. Necesitaba filmar las movilizaciones que aparecen en la película, pero esas escenas requerían cientos de pibes y pibas movilizadas con una disciplina medianamente aceptable. 

En ese contexto, en el Normal 3 el centro de estudiantes le pidió a Olivera una moneda de cambio con la promesa de aportar los "extras" que necesitaba el director de la película, para grabar dos partes del film muy importantes.

El acuerdo consistía en que el cineasta debía aportar el dinero suficiente para que el centro del Normal 3 comprara una joya de la época: una videocasetera, que era necesaria para ciclos de cine donde no faltaban clásicos como "La Patagonia Rebelde", "La Historia Oficial" o "La República Perdida", por mencionar sólo algunas de la época. 

Finalmente el director de la película puso lo que tenía que poner (dinero) y el Normal 3 tuvo su joya ultramoderna a muy bajo costo, pero traída de Paraguay de contrabando. Es que por ese entonces Argentina tenía un modelo económico más proteccionista y esos aparatos eran muy caros, para gente de buena posición económica.

Pero antes, el 4 de junio de 1986, cuando se iba a jugar el partido entre Uruguay y Alemania Federal en pleno Mundial 86, se filmó la escena de apertura de la película. El escenario supuestamente era el colegio Nacional de La Plata. Pero se usó al salón de actos de la Escuela Nro 1, que estaba "pegada" al Normal 3, en calle 8 entre 57 y 58.

Allí permanecieron decenas de pibas y pibes entremezclados con los actores principales. Esa jornada comenzó a primera hora y terminó muy tarde, entrada la noche. El asistente de producción, que tenía un rol muy activo y coordinaba con los centros de estudiantes que aportaron su grano de arena. Se destacaban, además del Normal 3,  el Liceo Víctor Mercante, el bachillerato de Bellas Artes, La ENET 1 ("el Indus") y el centro del Colegio Nacional.

"¿Querés quedarte hasta la noche por un sánguche y una coca y ser extra de la película?'", ofrecía a quienes llevaban pelo largo o ropa "setentista" el asistente de dirección.

Nadie quería quedarse afuera del set improvisado en 8 entre 57 y 58, pero el Mundial 86 estaba a pleno, y ese día había un partido imperdible entre Alemania Federal y UIruguay.

Quedaron unos 50 seleccionados, distribuidos en las gradas dentro del salón de actos. La jornada finalizó cerca de la medianoche. Olivera agudizaba su paciencia ante un set improvisado con adolescentes que ponían cara de terror cuando algún actor o actriz de verdad lo empujaba o le gritaba durante la filmación. 

Pero el momento más singular de la filmación de aquella película fue cuando tuvieron que representar la masiva movilización por el boleto estudiantil que tuvo lugar en el año 1975. 

Durante la filmación los pibes y las pibas se morían de risa apenas se escuchaba "¡Acción!". Había que frenar la filmación a cada rato. 

En Plaza Rocha, al día siguiente, se formaban avalanchas entre quienes hacían de extras cuando marchaban en columnas que se dirigía hacia Obras Públicas. Todos terminaban en el suelo con tal de salir en primer plano. Olivera tenía ganas de gritar como un preceptor, pero conservaba la calma porque al fin y al cabo, todo le iba saliendo bastante barato y nadie reclamaba nada (a excepción de la mencionada videocasetera que tuvo que pagar y que luego sería contrabandeada).  

La escena del Ministerio de Obras públicas, cuando hay golpes y represión de parte de la policía, fue un auténtico desbande, con piñas, risas y forcejeos. 

Después, la filmación de la película continuó en un estudio de grabación, lejos de La Plata, con las recordadas (por ser, quizás, de las primeras del cine post dictadura) escenas de tortura que sufrieron las víctimas de aquel operativo. 

El día del preestreno en nuestra Ciudad fue convocado un grupo de alumnas y alumnos que aportaron y participaron del film. Se hizo en el cine San Martín, con la presencia de las figuras principales y de muchos familiares de los desaparecidos durante aquella trágica noche del 16 de septiembre de 1976.

Todo el dolor que reflejaba la película, el silencio atento de quienes participaron o actuaron en esa filmación y presenciaban el momento, y el profundo silencio de los familiares, se estremecía con cada grito que repetía: "¡Ahí estoy yo!", o "¡Jaja, miralo a Fulano!". Los más grandes se daban vuelta y pedían silencio. 

Luego del preestreno, esa noche un grupo de militantes secundarios fue a compartir una reflexión en el bar El Parlamento, ubicado en calle 7 y 51.

Aunque cueste creerlo, en esa época había un intendente que iba a ese bar a tomar algo a la noche, y era todo un personaje al que ya nos hemos referido en este portal alguna vez: Juan Carlos Alberti. Acababa de salir de la función. El resto de la noche la pasó con ese grupo de adolescentes, que recordarán por siempre una propina que entregó el jefe comunal a un niño que mendigaba, y que ahora equivaldría a unos dos, o tres mil pesos. Todo un personaje don Alberti.

Eran tiempos muy distintos y la ciudad tenía ritmo de pueblo. Parecía (como señala un dicho de aquella época) una "chacra asfaltada". La zona oeste era campo en gran parte. Todavía tomábamos el 506, el 561 y todas las líneas de colectivos que luego nos quitó la gestión de Julio Alak, al igual que el Banco Municipal, una joya que fue liquidada entre gallos y medianoche.

Finalmente llegó el día del estreno en cines. En todo el país reventaron las salas que pusieron en cartelera a la película, pero al mismo tiempo se abrió un debate con sordina, que sin embargo perdura hasta estos días.

Podría resumirse con una pregunta: ¿Qué quiso contar Héctor Olivera, el director del film?

¿La historia de estudiantes que fueron secuestrados por reclamar un boleto de micro más barato?

¿Tanta sangre corrida por un mero asunto de transporte local?

¿O fueron secuestrados por ser militantes de organizaciones populares, un tema que se menciona en la trama pero al mismo tiempo queda soslayado por el papel central que le asignó el director al tema de boleto estudiantil? 

Al parecer, Olivera buscó hacer una película que más que abrir debates llegara al corazón de la mayoría del público, lo conmoviera, lo sacudiera, y reventara la taquilla.

"¿Qué querés?, viene de filmar La Carpa del Amor", repetía un familiar de unos de los chicos secuestrados tras el preestreno.

Pese a todo, nadie desconoció la importancia de la película para que se conociera en todo el mundo aquella trágica y brutal noche.

Al fin y al cabo eran los primeros años de democracia, y todavía había mucho tiempo para debatir sobre los años de muerte y violencia que lentamente iban siendo visibilizados en aquella Argentina llena de esperanza, con esa incipiente democracia con la que soñábamos comer, educarnos y curarnos. 

 

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