Opinión | 24 abr 2023
Opinión
Política humana o política máquina
Por: Jerónimo Guerrero Iraola
El 17 de octubre primero se hizo y después se contó. La política tiene que ser más materialidad y menos narrativa, al menos en un tiempo con tantas necesidades, que son derechos, sin respuestas efectivas.
Es imprescindible conectar con las demandas. Resolver problemas que son dolores. Forjar una política humana, demasiado humana. Ir a lo micro, pensando en lo macro. Todos los días me encuentro con alguien que sufre, y llego a la conclusión que ese sufrimiento podría resolverse. Aunque las reservas bajen, el dólar se dispare o no, la inflación afloje o no; o la deuda siga ahí como una espada que cuelga sobre nuestras cabezas, podríamos resolver cosas.
No siempre hace falta más prepuesto, ni más “inversión o gasto” público (depende con que prisma lo miremos -yo desde la inversión-). Hace falta poner la heladera en la cocina y la cama en el dormitorio. Acomodar los recursos, fijar una estrategia. Por ejemplo (un ejemplo de miles), hacer algo respecto al acceso a la justicia. Tanta militancia hablando entre sí, en dispositivos que a veces parecen escenarios de masaje a los egos a cielo abierto, podríamos pensar en asesorar, patrocinar y acompañar a personas que tienen problemas (algunos serios, otros no tanto, pero siempre un mundo para quien los tiene) que requieren atención.
Política humana como respuesta a la política aparato o máquina. Esa política que se narra encima, como si Cipriano Reyes se hubiera vestido, mirado al espejo y dicho “hoy voy a hacer historia, hoy armo alto 17 de octubre”. Los liderazgos y las conducciones emergen desde el sentimiento y, sobre todo, desde las propuestas. Por eso reconocemos, dentro del peronismo, a nuestros y nuestras líderes, de quienes sentimos orgullo. Creo que la acción precede al discurso. Siempre. Una política humana jamás se permitiría expresiones grandilocuentes con “la política” (léase la dirigencia) como única destinataria. Una política humana recoge los dolores que quedan, que son las libertades que faltan, y los transforma en organización comunitaria, en orden de los factores que, en política, siempre alteran el producto.
A los movimientos populares siempre todo nos cuesta más. Nos persiguen, nos tildan de incultos o brutos, nos quieren explicar desde un lugar de superioridad, como si nosotros y nosotras no tuviéramos ciencia, arte, o logros históricos para cementar varios monumentos. Nuestro rasgo distintivo, sin embargo, es la empatía, es la humanidad absoluta, es el irnos rotos en mil pedazos cada vez que una situación queda sin resolverse; en toda ocasión en que nos vemos cara a cara con la injusticia. Ese es el crédito adicional que hace del peronismo el más maravilloso movimiento. Por eso, la política máquina nos aleja. La política humana, esa que hace que nos hablen y se erice la piel, que nos arranquen lágrimas de felicidad o de tristeza, es la que debe primar, siempre.
A nosotros y nosotras, las y los militantes, nos queda el deber de promover la organización y la unidad. La interna es siempre sana y deseable, toda vez que sea humana, que nos permita confrontar proyectos y miradas en torno a la resolución de los problemas de siempre. Si la interna es la reproducción al infinito del poder y las lógicas, por el poder y las lógicas en sí, entonces la política se hace máquina, se hace indeseable, nos aleja a quienes soñamos con una Patria libre, justa y soberana. Más humanidad, más humildad, menos máquina. Una remera que diga.